lunes, 20 de mayo de 2024

EL PODER QUE EJERCEN UNOS POCOS SOBRE NOSOTROS NO ES SUFICIENTE PARA DOBLEGARNOS, SÓLO NUESTRA SUMISIÓN NOS HA CONDUCIDO AL SOMETIMIENTO

Lo que nos ha tocado vivir en estos últimos cuatro años es un adelanto de las cosas que están por venir. De hecho, supondrá la pérdida completa de libertad. Incluso podría -y esto no es una exageración- si no conducirnos a la extinción de la especie humana, al menos mermarla de una manera sustancial.

Hemos llegado a un punto en el que el “populacho” ha caído en un estado enfermizo de sumisión. Su lavado de cerebro es tal, que no es consciente de lo que se está materializando en el mundo: un régimen global tiránico totalitario, en el que no se respetarán los derechos fundamentales de las personas.

Desde siempre, cualquier sistema de gobierno no ha sido otra cosa que un autoritarismo generalizado llevado a cabo gracias a la sumisión de los pueblos. Por lo tanto, el problema real reside en el hecho de que el “populacho” ha aceptado el gobierno autoritario como la única opción.

Las sociedades actuales, sobre todo las occidentales, están compuestas por una patética clase proletaria débil que depende de los caprichos de sus gobernantes. Son, sin duda, sociedades perezosas, irresponsables, cobardes y complacientes con sus amos, a los que religiosamente vota elección tras elección.

Hoy en día, la mayoría de países del mundo están profundamente corrompidos por una elite rica que tiene a su disposición a los políticos, a los medios de comunicación y, lo más vergonzoso, a los intelectuales. Por lo tanto, no importa quién ocupe el Palacio de la Moncloa en España, La casa Rosada en Argentina, el Palacio del Elíseo en Francia o la Casa Blanca en EEUU, todos son títeres al servicio del poder global del dinero. Tampoco importa en qué medio de comunicación te “informes”, todos están comprados. Y lo de los intelectuales, salvo honrosas excepciones, raya en la más absoluta indecencia. Todos, absolutamente todos, son cómplices de la ejecución de este proyecto llamado Nuevo Orden Mundial, en el que va incluido el Gran Reinicio del FEM y, por supuesto, la Agenda 2030 de la ONU.

Mientras el ser humano no se dé cuenta de que defender ser de derechas o de izquierdas es un debate estéril, nunca se liberará de las cadenas de su esclavitud. Todas estas supuestas diferencias en realidad sólo sirven para pagar más impuestos, implementar más leyes represoras y, en consecuencia, más control.

Decía Margaret Thatcher que el dinero público no existe, que sólo existe el dinero de tus impuestos. Evidentemente, tenía toda la razón. Así que cuando el Gobierno decide malgastarlo, no despilfarra dinero público “de nadie”, despilfarra tu dinero que tanto te costó ganar y ahorrar.

Ahora la humanidad está siendo sacudida por un sinfín de crisis existenciales y ningún ámbito, ya sea político, sanitario, ético, económico, científico, financiero, etc., se salva. Y todo para llevar a buen puerto la Agenda 2030 de la ONU, con la que esclavizar de una vez por todas a la humanidad.

Los 17 objetivos de la Agenda 2030 no buscan otra cosa que el control total de los seres humanos y los recursos de la Tierra. Para ello necesitan imponer un único gobierno mundial centralizado que esclavice a todos los pueblos. Y en ello están.

La idea es controlar a todos los seres humanos del planeta mediante la introducción de mecanismos de control como la identidad digital, las nuevas normas sobre el cambio climático y la salud y, la más importante de todas, la entrada en vigor de un nuevo sistema monetario con las monedas digitales de los bancos centrales (CDBC).

En las próximas décadas -si nadie lo remedia- el mundo va a cambiar de tal manera que, como decía Alfonso Guerra, no lo va a reconocer ni la madre que le parió. No tardando mucho, todas las administraciones públicas, autoridades y tribunales de justicia serán asumidos por la inteligencia artificial y los procesos digitalmente automatizados. Esto, que a priori está siendo aplaudido con las orejas por los políticos, pronto les dejará sin trabajo, solo que como son tan estúpidos aún no han enterado.

Después de la falsa pandemia, que sirvió como experimento para el sometimiento total de la población, le toca el turno al cambio climático. Con la excusa de no sobrepasar las emisiones de CO2, la humanidad será recluida de una manera definitiva. Viviremos en “ciudades 15 minutos” digitalizadas y totalmente vigiladas. Las personas ya no podremos movernos libremente, y los pocos trabajadores que todavía desempeñen algunas funciones en las que necesiten desplazarse lo harán bajo un estricto control.

Todo esto ya está en marcha. Sin ir más lejos, se van a aprovechar los Juegos Olímpicos de Paris para implementar algunas de estas medidas. Restricciones de movimiento, utilización de códigos QR y datos biométricos, entre otras cosas, serán de obligado cumplimiento si se quiere “disfrutar” de las olimpiadas. Evidentemente, muchas de estas medidas vendrán para quedarse, como vinieron para quedarse algunas de las tomadas durante la falsa pandemia.

La pregunta obligada es: ¿lo vamos a volver a consentir otra vez? Pues me temo que sí, dado que el nivel de estupidez y sumisión de la ciudadanía se ha visto incrementado en las últimas décadas de una manera escandalosa. Y, claro está, gente así no es capaz de reconocer lo que está sucediendo en el mundo: la llevada a cabo de un plan de exterminio y esclavización total de la humanidad.

Pero, ¿cómo puede una minoría doblegar de esa manera a la mayoría? Pues por una única razón: porque esa mayoría lo permite. Así de simple.

Veamos. A groso modo, nuestra sociedad está compuesta por un 1% que lo domina todo. Después hay un 4% de títeres a las órdenes de ese 1% que, a cambio, goza de unos buenos privilegios. Luego está el 90% de borregos ignorantes, que son tratados y manejados como ganado simplemente porque lo consienten. Y, por último, un 5% de despiertos, de los cuales un 0.1% trata de despertar al 90% de borregos adormecidos, me atrevería a decir que con poca o ninguna esperanza de conseguirlo. Porque mientras ese 90% de borregos ignorantes siga votando y consintiendo que otros le organicen la vida, el poder de ese 1% que lo domina todo está más que asegurado.

Dicho esto, es evidente que tenemos un problema. Pero, ¿hemos identificado el problema? Claro que sí.

Todos aquellos que permiten la existencia del gobierno son el problema. Los que obedecen voluntariamente las estúpidas leyes criminales son el problema. Los que votan cada elección para designar a sus nuevos amos son el problema. En definitiva, todos aquellos que "respetan" la “autoridad” son el problema.  Porque la única manera que tiene cualquier gobierno de existir y exigir el cumplimiento de sus estúpidas leyes criminales es con el consentimiento voluntario de sus gobernados. No hay otra forma.

Hemos llegado a un punto en que esa minoría adinerada de maniacos se cree dueña de este maravilloso planeta y no está dispuesta a compartirlo con 8.000 millones de “parias”. Piensa que somos muchos y ha decidido tirar de la cadena. Porque eso es lo que somos para ellos, mierda (con perdón) de la que hay que deshacerse.

Sin embargo, nuestro futuro no tiene por qué ser tan sórdido. No es tan difícil acabar con este paradigma, ya que sin sumisión no hay sometimiento que valga. Y no es ninguna idea descabellada. Si durante la falsa pandemia todo el mundo hubiese seguido con su vida normal (saliendo a la calle, yendo al colegio, a la universidad, a trabajar, abrir su negocio, viajar, etc.) nadie hubiera podido impedirlo. Por lo tanto, no hay que hacer nada del otro mundo, simplemente dejar de ser sumisos y punto. ¿Capici?

El problema está en cómo hacérselo ver a ese 90% de borregos ignorantes.

¡Que nos están matando, coño! 

viernes, 10 de mayo de 2024

¿FORMAN PARTE DEL PROGRAMA DE DESPOBLACIÓN LAS “VACUNAS” COVID-19?

Cada día aparecen nuevos informes sobre las secuelas que están dejando en la población las “vacunas” Covid-19. Tal es así, que muchos gobiernos, entre ellos el español, empiezan a tener que dar explicaciones de por qué insistieron en aplicar una “vacuna” que no estaba aprobada ni testeada y que, además, como se demostró, ni protegía ni evitaba el contagio ni era eficaz ni segura.

Recientemente, nuestro exministro de Sanidad, Salvador Illa, se ha visto obligado a hacer unas declaraciones en las que se inhibe, tanto él como el Ministerio de Sanidad, de cualquier responsabilidad por los daños que están ocasionando las “vacunas”. Concretamente, ha dicho que en España no se obligó a nadie a vacunarse, que la gente acudió voluntariamente y que él, el Ministerio de Sanidad y los profesionales de la salud lo único que hicieron fue animar a la población a inocularse.

¿Este señor es tonto de baba o los tontos de baba somos nosotros? Porque vamos a ver. Animar es, por ejemplo, “animo a la gente a vacunarse por esta u otra razón, la que sea”. Sin embargo, lo que se hizo fue que si no te vacunabas, y no tenías el “pasaporte” Covid, no podías viajar, acompañar a un familiar al hospital, trabajar, entrar en un restaurante y un montón de cosas más. Y para más inri, en televisión se hizo una campaña de odio descomunal contra los no vacunados, tratándoles de negacionistas, apestosos, bebe lejías y diciendo lindezas como: “Hay que vacunarles por lo civil o por lo militar”, “Es necesario hacerles la vida imposible”. “Que se les prohíba la atención médica”. “Hay que excluirles de la sociedad”. Y la más increíble de todas: “Ya nos encargamos nosotros de que tú no te mueras por gilipollas. Sí, todo esto se decía constantemente en televisión las 24 horas del día los 7 días de la semana.

Eso, Señor Illa, no es animar, eso es coaccionar, que es muchísimo más mezquino que el obligar.

Por otra parte, pensar que el Gobierno –que jamás se ha preocupado por nuestro bienestar- de repente antepusiera nuestra salud a la economía, da que pensar. Si te acuerdas, dijeron que paralizaron la economía por salvarnos la vida. ¡Venga ya! Que somos imbéciles, pero no tanto. Según sus cálculos más pesimistas, la “pandemia” podría llevarse por delante al 0.2% de la población mundial. Sin embargo, no creo yo que por esa “minucia” (para ellos, naturalmente) pararan el mundo. El objetivo, está claro, tuvo que ser otro.

El Gobierno dice que todo lo hizo para salvar vidas. ¿Seguro? Porque ese mismo Gobierno que nos encerró, nos obligó a usar mascarillas y nos vacunó para salvar vidas está dando armamento a Ucrania para matar a personas. Es el mismo Gobierno que gestiona una sanidad pública de pena, donde las demoras para consultar con un especialista son interminables y las listas de espera para una intervención quirúrgica inasumibles, que le está costando la vida a miles de personas. Y sí, es el mismo Gobierno que ahora no se hace responsable de las víctimas de las “vacunas” Covid-19, abandonándolas a su suerte.

¿Es así como nuestro Gobierno cuida de nosotros? Pues con amigos como este (nuestro Gobierno) para que queremos enemigos.

Cada día es más incuestionable que la falsa pandemia sólo tuvo un objetivo: inocular la máxima cantidad posible de dosis al mayor número de personas en todo el mundo.

Recordemos que la distribución y posterior inoculación generalizada de estas “vacunas” experimentales fue permitida bajo la autorización de uso de emergencia. Por lo tanto, se eximió a los fabricantes de toda responsabilidad.

Pero que se exima de responsabilidad a los fabricantes no quiere decir que no estén causando daños importantes a los inoculados.

Los informes oficiales de varios gobiernos han hecho sonar todas las alarmas, al documentar un número sin precedentes de exceso de muertes, por todas las causas, desde la administración generalizada de las “vacunas” Covid-19.

Veamos los datos oficiales del exceso de muertes producidas en algunos países a raíz de las inoculaciones.

-Estados Unidos sufrió un exceso de muertes de 674.954 en 2021 y luego un exceso de 434.520 muertes en la semana 49 de 2022. Esto equivale a más de 1,1 millones de muertes en exceso, en casi dos años, desde que fueron implantadas las “vacunas”.

-Canadá sufrió un exceso de muertes de 35.318 en 2021 y luego un exceso de 25.333 muertes en la semana 34 de 2022. Esto se compara con un exceso de 31.042 muertes en 2020 en la semana 53. Sin embargo, al observar las cifras hasta la semana 34, tanto en 2020 como en 2021, queda claro que 2022 ha sido, de hecho, el peor año en cuanto a exceso de muertes, con diferencia.

-Las cifras oficiales de EuroMOMO, que incluye el Reino Unido y otros 26 países de Europa, revelan que la mayor parte del continente sufrió un exceso de 375.253 muertes en 2021 y 404.6000 muertes adicionales en 2022, lo que equivale a un exceso de 779.853 muertes en los dos años.

-Australia tuvo un exceso de 11.068 muertes en 2021 y luego, sorprendente, un exceso de 22.730 muertes en la semana 38 de 2022. Esto contrasta con 2020, cuando solo se registró un exceso de 1.306 muertes en pleno apogeo de la “pandemia” y antes del lanzamiento de las “vacunas”. Por lo tanto, Australia sufrió un impactante aumento del 1.640% en el exceso de muertes en solo 39 semanas a lo largo de 2022, en comparación con 53 semanas a lo largo de 2020.

-Nueva Zelanda sufrió en 2021 un exceso de 2.169 muertes y luego un sorprendente exceso de 5.286 muertes en la semana 49 de 2022. Estas son cifras impresionantes para una población de 5 millones de personas. Sin embargo, en 2020 se registraron 160 muertes menos de las esperadas en el punto álgido de la pandemia. Por consiguiente, Nueva Zelanda sufrió un impactante aumento del 3.404% en el exceso de muertes en 49 semanas a lo largo de 2022 en comparación con 53 semanas a lo largo de 2020.

Este dramático aumento del exceso de muertes pone de manifiesto que ese interés por vacunar con varias dosis a toda la población mundial no tenía el propósito de acabar con la falsa pandemia, sino un objetivo mucho más perverso. Y lo más preocupante de todo, es que aún no sabemos qué repercusiones tendrán las “vacunas” a largo plazo.

Estos son datos irrefutables que cualquiera puede comprobar. Pero si los relacionamos con lo que dice el FEM, a través de su ideólogo, Yuval Harari, puede que se nos pongan los pelos como escarpias y empecemos a ver con más claridad lo que está sucediendo.

El FEM dice que ahora ya no se necesita a la gran mayoría de la población, puesto que el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial y la bioingeniería permitirán reemplazar a estas personas.

Sí, has leído bien. Esta gente ya no cuenta con la mayoría de nosotros. Lo dice abiertamente. Lo inverosímil, es que todavía hay gente que niega la mayor: que hay en marcha un plan de despoblación.

Este blog lleva denunciando, hasta la saciedad, que estamos siendo eliminados por una élite de maniacos que utilizan todos sus recursos tecnológicos, financieros, políticos y mediáticos para llevar a cabo un programa de despoblación mundial. Dicha despoblación significa -aunque la gente se niegue a creerlo- eliminar físicamente al mayor número de seres humanos que ellos consideran prescindibles.

Lamentablemente, los acontecimientos desarrollados recientemente sugieren que está afirmación no es especulativa. Los datos objetivos indican que las “vacunas” están ocasionando estragos. Si a esto le sumamos el veneno que comemos, lo que cae de nuestros cielos, las excesivas radiaciones que recibimos de tecnologías como la 5G, la crisis energética, la inflación y la crispación de las masas a través de la política, lo que tenemos es un cóctel perfecto para acabar con el mayor número de personas que, según el Foro Económico Mundial (FEM), sobran.  

El FEM es una organización privada con sede en Suiza (como no). Formalmente, no representa a nadie ni habla en nombre de ningún gobierno o institución. Por lo tanto, no tiene ningún derecho a organizarnos la vida. Sus miembros no han sido elegidos por nadie ni nadie le ha otorgado poder para planificar el futuro de la humanidad. Entonces, ¿por qué lo hace? Porque quiere, porque puede, y porque, tristemente, no hay nadie que se lo impida. Así de simple.

Ilya Prigogine fue un físico, premio Nobel de Química, que estudio la termodinámica de los sistemas abiertos. Su estudio se basa en la reacción de Belousov-Zhabotinsky (una reacción oscilante que sirve como ejemplo clásico de la teoría del caos). Según Prigogine, un sistema abierto, como un ecosistema o la sociedad humana, necesita un aporte incesante de energía. En el caso de la sociedad humana, la energía proviene de la economía, la electricidad, la comida, la sanidad, los combustibles, la red de infraestructuras, etc. Este aporte de energía es necesario para poder subsistir, ya que de lo contrario colapsaría y significaría la muerte de millones de personas.  

¿Y qué estamos viendo ahora? Pues que los dueños del mundo, con las nuevas tecnologías en su poder, ya no necesitan una tercera guerra mundial para deshacerse de la población “sobrante”, dado que, como ya hemos visto antes, si a un sistema abierto, como la sociedad humana, le quitas la energía (electricidad, comida, sanidad, combustible, etc.) crearás un caos absoluto y colapsará. Y esto, querido lector, es lo que se está llevando a cabo en este momento. Lo alucinante, es que no engañan a nadie, ya que llevan diciéndolo desde hace décadas.

Y nosotros, ¿es que no tenemos nada que decir? Lamentablemente, nuestra pasividad pone de manifiesto que nos importa un bledo. Así que si a nosotros no nos importa, imagínate a ellos.