Parece que nadie, hasta ahora, se había dado cuenta
de que el turismo es la “nueva gran industria” más importante del mundo
después, como es natural, de la industria alimentaria, ya que comer, tenemos
que comer todos.
Según
la OMT (Organización Mundial de Turismo) El
turismo internacional facturó 1,4 billones de dólares en 2013 en todo el mundo.
También, de los 7.000 millones de habitantes del planeta, 1.138 millones
cruzaron en 2014 alguna frontera en sus viajes de placer, una cifra récord y
creciendo.
Pero hagamos un poco de historia sobre el turismo.
El turismo como tal, nace en el siglo XIX, como una
consecuencia de la revolución industrial y el aumento del poder
adquisitivo de la gente. Una parte relevante de la población mundial comienza a
realizar desplazamientos cuya intención principal es el ocio; el descanso;
la cultura; la salud; los negocios y las relaciones familiares.
Pero es en la segunda mitad del siglo XX, con la
llegada de la clase media, cuando el turismo se convierte en una actividad
económica de carácter lúdico-social, en la cual se busca el desarrollo de
actividades que puedan generar –podríamos llamarlo así-un momento inolvidable,
para aquel que lo realiza.
Hay fundamentalmente dos clases de turismo:
·
Turismo interno.- el que se
realiza dentro del mismo país o zona. Económicamente afecta a la redistribución
de la renta y creación de empleo, pero no provoca entrada ni salida de divisas.
·
Turismo externo.- en el que el viaje se efectúa de un país a otro. Económicamente produce
entrada de divisas (riqueza del exterior).
En función de la capacidad económica el turismo se
divide en tres clases:
·
Turismo de élite: como su nombre indica, es el realizado
por las clases altas. Suelen ser viajes individuales con servicios de alto
nivel y destinos alejados, exóticos generalmente. No está sujeto a periodo
vacacional y el promedio de estancias y frecuencia de viajes es mayor que en
los demás.
·
Turismo de masas: es el realizado por la clase media. Son viajes en
medios de transporte colectivos, en alojamientos no muy caros y el nivel de
gasto es bastante más reducido que en el anterior. Prefieren destinos más
cercanos y frecuentemente se recurre al viaje "todo incluido". Este
tipo de turismo sí está sujeto a periodos vacacionales y es el causante de las
aglomeraciones estivales y al deterioro y degradación de la calidad de vida
local.
·
Turismo social: es el de menor gasto. Suelen ser viajes
colectivos, fuera de temporada vacacional y en ocasiones parte del viaje está
subvencionado. Es el que realizan las clases sociales con menor
renta, como los jubilados y estudiantes.
Se
habla mucho de las bondades económicas que el turismo supone para los países
que desarrollan esta actividad. Pero de lo que no se habla es de que el turismo
en sí, se ha convertido en una de las actividades más nocivas para nuestro
entorno, además de ser una de las industrias más degradadoras del medioambiente.
Tanto
el turismo de élite, el social, y no digamos el turismo de masas, son los
responsables del deterioro y la degradación de la calidad de vida local, amén
de las atrocidades urbanísticas y paisajísticas de las zonas que lo sufren. Un
ejemplo de esto lo tenemos en el urbanismo salvaje en tantísimos tramos de
litoral de España, Portugal, Italia o la costa Azul francesa. También los
centros históricos de las ciudades más turísticas del mundo se han quedado en
eso; en centros turísticos, pues la vida local ha desaparecido de ellos.
¿Pero
verdaderamente el turismo genera riqueza para las poblaciones que lo sufren?
Hasta
hace poco, cuando uno viajaba se alojaba en un hotel, comía y cenaba en un
restaurante (no siempre el mismo) luego por la noche acudía a algún local
nocturno, y al finalizar el viaje solía comprar algún souvenir para él o sus
seres más allegados. En definitiva, repartía su gasto por diferentes negocios
de la población que visitaba.
Pero
esto está cambiando. Los grandes depredadores del dinero se han dado cuenta de
que está industria mueve muchísimo dinero y han decidido ir a por él. Para ello
han creado sus “mega-cadenas hoteleras”, así como sus “mega-tour operadores” y
sus compañías aéreas “low cost”. En definitiva, no quieren una parte del
pastel; quieren todo el pastel.
Si
habéis viajado alguna vez a la Riviera Maya, en Méjico, probablemente habréis
cogido un paquete de “todo incluido” que, como su nombre indica, lo incluye
todo: vuelo, hotel, desayuno, comida y cena, espectáculos, discoteca, barra
libre, etc. y, por supuesto, los hoteles cuentan con servicios de peluquería,
gimnasio y todo tipo de tiendas. En resumen: todo vuestro dinero se ha quedado
allí en ese “todo incluido” y probablemente no habréis gastado un solo euro
fuera del circuito. Esto supone que el estado de Quintana Roo -que es donde se
encuentra la Riviera Maya- no ha visto un solo euro vuestro. Ellos han puesto
sus playas y su maravilloso clima y el dinero se lo han llevado los de siempre;
multinacionales del sector.
Por
otra parte, últimamente se ha adoctrinado a la población para hacerle creer que
si no viaja es que no es de este mundo. Cada vez que disponga de unos días,
estos, los dedicará a viajar, aunque sea a la vuelta de la esquina para visitar
no sé qué chorrada.
Tal
es el grado de estupidez que este verano –no daba crédito a lo que estaba
viendo en un telediario- en el Puerto del Pico, en la provincia de Ávila, la
gente se arremolinaba a lo largo de la calzada romana para ver pasar las vacas
que realizan la trashumancia desde Extremadura a Ávila y, claro está, algunos
han montado su chiringuito de bocatas; otros, paseos a caballo para seguir al
ganado y, otros, viajes organizados desde Madrid con el “todo incluido”. Ni que
decir tiene el inconveniente que esto les supone a los pastores trashumantes,
por no hablar de cómo queda el Puerto del Pico de basura (latas, botellas,
bolsas de plástico, etc.) después de tan “espectacular” evento.
¿Y
qué decir del turismo rural? Pues bien, la gente paga por volver al pueblo -del
que ellos o sus ancestros salieron echando pestes- para oler a “caca de vaca” y
hacer todo aquello que han odiado siempre (estar con las vacas, visitar granjas
avícolas o de cerdos, cavar un huerto, trillar, dar un paseo en burro, etc.)
En
fin: ¿Y todo esto para qué? Pues ya te lo digo yo. Para hacer unas lindas fotos
y estupendos vídeos, con los que dar el coñazo a sus familiares y amigos, y,
sobre todo, por poderlo contar. Sí, es así. Si no lo pudiera contar mucha gente
no lo haría, ya que la mayoría de esos viajes de “ensueño” suelen ser una lata
y llenos de penurias (comes mal, duermes mal, tienes que soportar
aglomeraciones, atascos, largas horas en aeropuertos en los interminables
viajes, y en la playa no tienes sitio ni
para poner la toalla).
Y,
para terminar me gustaría hacer una última reflexión.
Con
la escusa de la “inventada crisis” todos estamos viendo a diario las políticas
que la UE está aplicando en los países del sur de Europa como Grecia, Portugal,
España e Italia, a los cuales se les ha inducido a tener una deuda de más del
100% de su PIB que, para pagarla, no tendrán más remedio que realizar las
privatizaciones que se les exija. (Acabamos de ver el ejemplo de Grecia que ha
tenido que privatizar 14 de sus aeropuertos más turísticos -se empieza
privatizando aeropuertos y se termina vendiendo islas y Grecia tiene más de dos
mil-. Al tiempo)
Pues
bien. ¿No será que la “mega-industria turística” ha decidido explotar el
potencial de estos países para quedarse con todo el pastel en detrimento de la pequeña
industria local? (no creo que sea descabellado, pues ya tenemos el ejemplo la
industria alimenticia en la que las grandes superficies se han comido
literalmente al pequeño comercio de toda la vida).
Por
otro lado, se están desestabilizando todos los países mediterráneos que tienen
turismo o son potenciales turísticos como Túnez, Libia, Egipto y Líbano. –qué
curioso, ¿no?-
¿Y
lo de Cuba? ¿A santo de qué viene ese acercamiento de EEUU hacia Cuba, si Cuba
no ha cambiado un ápice su política? Me huelo que lo que busca EEUU es el gran
potencial turístico de Cuba y no el acercamiento al “hermanísimo” pueblo cubano.
Como verás, no es oro
todo lo que reluce, y esto del turismo, en la mayoría de los casos, es más un
incordio que un disfrute, por no hablar de lo incómodo que resulta para las
poblaciones autóctonas que lo sufren y no viven de él. Pero lo peor de todo es
que se ha convertido en una “industria buitre” que va devorando todo lo que cae
en sus manos y cuyos beneficios económicos van a parar a las arcas de los de
siempre.