viernes, 12 de junio de 2015

CAMBIAR PARA NO CAMBIAR

Todos estamos comprobando cómo las nuevas tecnologías están  cambiando nuestra vida cotidiana.
Nos encontramos inmersos en un mundo de impresoras 3D, de tecnología basada en el grafeno, de nuevos combustibles más eficientes y limpios que acabarán sustituyendo los actuales combustibles fósiles y de otras fuentes de energía sostenible e inagotable que cambiará para siempre el actual paradigma socio-político-económico mundial. Y, esto, ya no hay quien lo pare.
El vertiginoso reto tecnológico al que nos enfrentamos nos tiene bastante desorientados y, como es lógico, el modelo de sociedad actual no está preparado para asumir los avances tecnológicos que nos esperan a medio y largo plazo.
Hasta ahora las “élites dominantes” lo han tenido fácil para apoderarse de todos los recursos del planeta, sosteniendo unas estructuras que controlan desde siempre, pero que actualmente parece que se desmoronan.
Entonces, ¿Cómo harán las élites que actualmente ostentan el poder, basado en esas viejas estructuras, para mantener su posición de control y privilegio cuando estas estructuras desaparezcan?
Ante ese futuro incierto que asoma en el panorama mundial, la élite está buscando ya un nuevo paradigma a nivel político, económico y social, en el que dejar atrás las viejas estructuras del mundo actual y sentar las bases para un mundo global definitivamente unificado. Este nuevo mundo (nuevo orden mundial) probablemente conllevará la existencia de un gobierno global supranacional, una autoridad militar y policial de rango planetario y una autoridad económica mundial centralizada para todo el planeta. Ah! y, probablemente, también se creará algo parecido a una religión global o, como mínimo, un organismo que englobe el conjunto de la mayoría de creencias religiosas actuales.
¿Y cómo se va a efectuar ese cambio, sin herir susceptibilidades, y cambiarlo todo para que todo siga igual?
Pues bien. Todos estamos siendo bombardeados constantemente con noticias aterradoras.
Las redes sociales y medios de comunicación no hacen más que incidir en el posible colapso económico mundial, sobre el estallido de enormes burbujas financieras basadas en los derivados y en los bonos, sobre la caída del dólar como moneda de reserva mundial y las imprevisibles consecuencias que ello conllevaría.
A la vez, las noticias sobre las crecientes tensiones entre grandes potencias apuntan claramente al estallido de un gran conflicto.
La guerra de Ucrania ha enfrentado a Rusia con EEUU y sus aliados de la UE y amenaza con provocar una guerra entre potencias nucleares. También los conflictos en el Mar de China Meridional amenazan con provocar una guerra en la que podrían verse involucradas EEUU, China y Japón.
A esto hay que sumarle el ascenso de los BRICs, amenazando el poder económico norteamericano y occidental; el caos creciente e incontrolable de Oriente Medio con el auge imparable del Estado Islámico; el posible conflicto entre Arabia Saudí, Irán, Israel y Turquía y la campaña mediática a nivel mundial sobre la oleada de corrupción de políticos, seguido de la violencia de género, pederastia, pedofilia, crimen organizado, etc.,
En fin. Lo que tenemos ante nosotros es un cóctel altamente explosivo repleto de ingredientes tóxicos y volátiles, que prometen provocar un caos y una destrucción inminente de nuestro actual sistema político-económico y social. Es por esto que los teóricos de la “conspiración” lo tienen muy claro, ya que las pruebas, según ellos, son irrefutables. Pero, ¿y si hay otra intención? ¿Y si todas estas amenazas “apocalípticas” no son más que una inmensa tomadura de pelo, una gran mentira -como todo lo que se nos ha hecho creer hasta ahora- para llevarnos como siempre hacia donde ellos quieren?
Analicémoslo:
Con esta maniobra, las élites van a conseguir un triunfo absoluto, sin tener que destruirlo todo y, lo que es más importante, con el beneplácito y reconocimiento de toda la población mundial.
La guerra mundial y el colapso económico masivo -que todo parece indicar se va a producir- sólo serán amenazas que nunca llegarán a materializarse.
Siguiendo esta estrategia, llegaremos al borde de un colapso económico total, de consecuencias devastadoras, y justo cuando éste parezca inevitable y el caos esté a punto de producirse, las propias élites económicas aportarán una solución para evitarlo. Y esta solución ya sabemos cuál va a ser: la implantación del famoso “orden mundial”. O lo que es lo mismo: un control absoluto sobre todas las facetas de nuestra vida que, recordémoslo, ya tienen prácticamente conseguido con, entre otras cosas, la futura entrada en vigor de los diferentes tratados de libre comercio que se están negociando en secreto a nivel mundial.
Una vez que esto ocurra, ¿quién se va a oponer a ello si la alternativa es perderlo todo y vivir en el caos y la más absoluta pobreza? Evidentemente, nadie.
Entonces, ¿estamos siendo utilizados? Yo creo que sí; es más: creo que somos su mejor arma y seremos nosotros mismos los demandantes del cambio hacia ese nuevo orden mundial.
Esas terribles amenazas, tan inminentes, reales y tangibles, tienen una función final diferente a la que nosotros pensamos, y esa función no es otra que la de cambiarlo todo para dejarlo todo como está; es decir: seguir aplicando la misma política de ley del embudo. Nosotros seguiremos en la parte estrecha y la élite, como es de esperar, en la parte ancha del embudo. Y no hay más.
Lo he dicho en infinidad de ocasiones: Mientras no haya una cantidad suficiente de personas capaces de darse cuenta de cómo funciona de verdad el mundo en que vivimos, esto no cambiará. Cambiará el color de la jaula, pero no la jaula. Si queremos salir de ella tenemos que ir hacia un modelo de sociedad en el que seamos más nosotros mismos, renunciando a ser “masa”, y no dejarnos influenciar mediáticamente por le élite que tiene el poder y el control. Eso empezaremos a verlo el día en que perdamos el miedo y, por ejemplo, en unas elecciones se produzca una abstención, como mínimo, del 80%.
Porque, ¿verdaderamente necesitamos de políticos, banqueros, economistas, abogados y otros “especímenes” similares a estos para vivir?
Por un momento piénsalo.
La calidad de vida de la que disfrutas actualmente; es decir: tu casa con calefacción, aire acondicionado, electrodomésticos, agua caliente, etc.; tu coche para desplazarte de un lado a otro; tu ordenador, teléfono móvil y un sinfín de cosas más, no te las ha proporcionado ningún político, economista, abogado ni banquero. Te lo ha proporcionado la ciencia y la tecnología. Entonces, ¿por qué seguir haciendo caso a todos estos “paniaguados” que encima son los que ponen freno a la verdadera revolución tecnológica que, en mi opinión, nos haría la vida más sencilla?

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