¿Alguien duda, a estas alturas, que la economía mundial está
colapsando?
El colapso de la economía lleva décadas siendo provocado intencionadamente
por los bancos centrales que, a golpe de flexibilización cuantitativa, han
generado una deuda monumental imposible de pagar. Desde la crisis de 2008, los más importantes
bancos centrales mundiales se han puesto a dar créditos, a diestro y siniestro,
sin precedentes en la historia de la economía mundial.
La compra de bonos, y el mantenimiento de las tasas de interés cerca de
cero o negativas, han propiciado una burbuja de “crédito barato” dando lugar a
la actual estanflación. Pero la economía moderna no está preparada para la estanflación;
y lo saben. Por eso, lo que vamos a ver en los próximos meses, salvo que ocurra
un milagro, es la peor depresión económica de la historia de la humanidad.
Hoy la Reserva Federal de EEUU está a punto de dar la puntilla a la
burbuja financiera especulativa más grande de la historia. Por cierto, una
burbuja que los bancos centrales han creado deliberadamente.
La decisión de la FED, de imponer el mayor aumento de tipos de interés
en 28 años, garantiza una depresión global inevitable. Y de eso se trata.
Los bancos centrales mienten; y lo saben. El aumento de las tasas
de interés no pretende frenar la inflación, como se nos quiere hacer creer,
sino llevar a cabo un control global sobre los bienes raíces, la industria, la producción
de alimentos, el agua, la energía, etc. Además, lo que verdaderamente está
provocando una mayor inflación son las políticas de energía verde. Es decir, la
insistencia patológica de las principales economías del mundo en impulsar la Agenda
2030 (anti hidrocarburos) que está haciendo estragos.
¿Y qué decir del mercado de las ciptodivisas que se las prometía tan
felices? Pues que también se está derrumbando. Si en noviembre de 2021 un
Bitcoin cotizaba a 60.000 €, ahora lo hace a 20.000 €.
Contrariamente a la creencia popular, el mercado de valores no es el
corazón del sistema financiero mundial, sino el mercado de bonos
gubernamentales y corporativos. Y, claro está, debido a la inflación
galopante y al aumento de las tasas de interés, este mercado, que representa
unos activos de más o menos 260 billones de dólares, está perdiendo valor a
pasos agigantados.
Evidentemente, a medida que cae el precio de los bonos baja el valor
del capital bancario expuesto a esos productos. Y los más expuestos son los
grandes bancos de la UE, los japoneses y, en última instancia, los
estadounidenses.
Pero está crisis no va a ser como las anteriores. A diferencia de lo
que sucedió en la última (la del 2008), ahora los bancos centrales no acudirán
al rescate con más flexibilización cuantitativa. Esta vez la crisis se
utilizará para obligar al mundo a aceptar una nueva moneda digital de los
bancos centrales CBDC (acrónimo de sus siglas en inglés, Central Bank Digital Currency).
Pero, ¿por qué y para qué crear una moneda digital cuando ya tenemos,
de hecho, prácticamente todo el dinero digital? Pues para dar paso a un nuevo sistema
monetario, donde todo el dinero se emitirá y controlará de forma
centralizada. En definitiva, lo que lleva anunciando el Foro Económico
Mundial en su programa del Gran Reinicio.
Según una Directiva de la Comisión Europea, para el año 2024 los países
de la UE deberán establecer una identidad digital para todos sus ciudadanos. Se
puntualiza que será para su seguridad y bienestar. Pero a este, llamémoslo así,
“porta documentos digital”, se le podrá añadir cualquier tipo de información
relativa a su titular como informes médicos, historial de vacunación, información
fiscal, carnet de conducir, huella personal de carbono, carnet de crédito
social y, por supuesto, la moneda digital de los bancos centrales CBDC.
Pero parece que se les olvido un pequeño detalle: que esta moneda
además de ser digital puede ser programable. Es decir, a diferencia del dinero
electrónico que utilizamos ahora, las CBDC pueden estar condicionadas al
comportamiento del titular. De ahí la importancia de avanzar cuanto antes en la
implantación del carnet de vacunación, crédito social, huella personal de
carbono, etc.
Con esta nueva moneda, por ejemplo, si infringimos alguna norma de
tráfico pueden restringirnos la compra de combustible, o si no nos ponemos la
enésima dosis de refuerzo no podremos tener asistencia sanitaria. Como
comprenderás, se puede aplicar a cualquier cosa.
Desde el punto de vista económico es mucho más grave. Esta moneda
digital programable no puede considerarse una moneda al uso. Será una especie
de bono canjeable por bienes y servicios condicionado a un comportamiento
social adecuado. Pero, ¿adecuado para quién? Te lo puedes imaginar.
Una moneda así nos llevará directamente a una economía totalitaria,
donde todo tipo de restricciones imaginables se podrán aplicar a cualquiera al
instante.
Si piensas que esto no va a ocurrir nunca o, en el peor de los casos,
tardará mucho en implementarse, te equivocas. Todo está programado para que el
nuevo paradigma esté operativo en el año 2030. ¿Entiendes ahora los cambios
distópicos acelerados que se están produciendo?
La era del modelo económico y cultural occidental está llegando a su
fin. Si no le ponemos remedio se producirá el colapso deseado y programado por
las élites para la implantación de su Nuevo Orden Mundial.
Pero para que esto ocurra, primero tienen que acabar con el dólar; y lo
saben. Si cae el dólar, EEUU dejará de ser la potencia mundial que es ahora
mismo y podrán imponer un gobierno global bajo la tutela de Naciones Unidas, la
OMS y las grandes corporaciones (los mismos perros con distintos collares
intentando mantener su poder a través de otras instituciones).
Esto es lo tiene previsto el FEM para intentar frenar la amenaza de que
China se convierta en la nueva potencia hegemónica mundial.
¿Y qué pasará con los BRICS?
Continuará. Pero como dice el humorista José Mota, hoy no, ¡mañana!
Con los BRICs pasaria lo mismo que con el resto del planeta. ....esperemos que MIJAIL BAKUNIN no se equivocara en una premonición que hizo sobre la imposibilidad de que una élite de locos intente imponer un orden social contranatura.
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