jueves, 31 de marzo de 2022

O TOMAMOS CARTAS EN EL ASUNTO O LO VAMOS A LAMENTAR

Las evidencias no hacen otra cosa que corroborar que existe un plan a nivel global para cambiar el mundo; eso sí, el mundo de los de abajo.

Todas las decisiones tomadas, durante los dos últimos años, por instituciones como la OMS, la ONU, el FEM, la FED, el BCE, el FMI, entre otras, y la mayoría de gobiernos del mundo, han ido intencionadamente a malograr la salud de las personas y, sobre todo, a arruinar su economía.

Entonces, ¿qué clase de gobernantes “electos” son esos que quieren lo peor para sus gobernados?

El gobierno de mi país (hablo de España porque es lo que conozco de primera mano), con la inestimable colaboración de los medios de comunicación, médicos y jueces, ha cometido un delito de alta traición por arruinar deliberadamente nuestra economía y deshacerse del mayor número de “estómagos inútiles”, que decía Henry Kissinger.

Según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza, un total de 12,5 millones de personas, es decir, el 26,4% de la población española, se encontraban en riesgo de pobreza y/o exclusión social en 2020, y subiendo.

Para evitar que esa pesadilla distópica siga avanzando, necesitamos que los gobiernos que han atacado a sus poblaciones y han perdido por completo su legitimidad sean derrocados. Porque cuando todos los gobiernos toman las mismas medidas, e incluso utilizando las mismas palabras (nueva normalidad, cambio climático, crisis energética,…), es que obedecen consignas.

Las decisiones aparentemente dispares o contradictorias tomadas en los dos últimos años tienen en realidad el mismo objetivo: hundir la economía y acabar con el mayor número de personas “sobrantes”, según ellos, evidentemente.  

Medidas como encerrar tres meses a los ciudadanos no solo no procuró su salud, sino que arruinó a muchos de ellos. Apoyar a Ucrania, proporcionándole armamento, es la mejor manera de enquistar una guerra que traerá consecuencias. La “entrega”, por parte de nuestro Presidente de Gobierno, del Sáhara a Marruecos ha incomodado a Argelia que, probablemente, nos cortará el suministro de gas o incrementará su coste, además de ocasionar serios problemas a Ceuta, Melilla y las Islas Canarias. Subir el precio del combustible, con la que está cayendo, ha exasperado a los agricultores y transportistas que, con sus “legítimas” protestas, están poniendo palos en las ruedas a la cadena de suministros. En definitiva, medidas así son el arma perfecta para arruinar cualquier economía.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Es que nuestro gobierno es idiota? ¿Es que no sabe que el fuego no se apaga echándole gasolina? ¿O sí lo sabe?

Todo, absolutamente todo lo que se cuece en el mundo de la política y la economía está rigurosamente planificado y no tiene nada de casual. Lo que me sorprende, es que en pleno siglo XXI sigamos dejando nuestras vidas en manos de políticos corruptos y falsas democracias.

Los partidos políticos están copados por personas extremadamente ambiciosas cuyo único objetivo es medrar, eso está hartamente demostrado. ¿Y qué decir de las democracias? Definición de democracia según la RAE: “Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”. A ver, ¿he leído bien? Pues sí, dice que el pueblo tiene derecho a controlar a sus gobernantes. ¿Y esto cómo se hace? Porque sencillamente no es verdad, no tenemos mecanismos reales para hacerlo.

No seamos ingenuos. Nosotros no controlamos nada. Lo único que verdaderamente hacemos es introducir una papeleta en una urna cada cuatro años y ya está. Y este gesto, aunque nos pese, hace de nosotros unos esclavos consentidos.

Estamos en medio de una encrucijada donde los modelos económicos, monetarios, financieros, educativos, culturales y territoriales están siendo liquidados a gran velocidad. Este proyecto terminara con la globalización del planeta bajo el pretexto del desarrollo sostenible. Y la pregunta es: ¿queda mucho para que tengamos esa globalización? Y la respuesta es tajante: ¡ya la tenemos! 

De los 194 países soberanos, reconocidos por la ONU en el mundo, 193 son miembros de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y participantes en la Agenda 2030, que forma parte del Gran Reinicio del FEM.

La Cuarta Revolución Industrial y el Gran Reinicio del Foro Económico Mundial traerán consigo identificación digital, dinero electrónico, crédito social, renta básica universal, identificación biométrica, inteligencia artificial, democracia electrónica, pasaporte sanitario y transhumanismo. En definitiva, una esclavitud descomunal para todo aquel que sobreviva a su plan eugenésico.

Dicho esto, está claro que nuestros gobiernos son el problema y debemos deshacernos de ellos antes de que nos vendan al mejor postor. Y para hacerlo solo se necesitan tres cosas muy sencillas que, además, están al alcance de todo el mundo:

1.  Dejar de ver la televisión. Si dejas de ver la televisión dejas de recibir su propaganda, su intimidación y lavado de cerebro. En otras palabras, si no te llega su mensaje, no pueden controlar tu mente.

2.  Sacar el dinero del banco. Después de ingresada tu nómina o pensión en el banco, retira el dinero dejando solo en tu cuenta las domiciliaciones de recibos y haz todos tus pagos en metálico. Si pagas en metálico no pueden rastrear tus gastos, por lo tanto, dejan de controlar tus movimientos.

3.  No volver a votar jamás. Si votas, aunque sea en blanco, estás legitimando el sistema, de ahí el empeño en que votes. Si no hay votos en las urnas, no hay legitimación del sistema, por lo tanto, no hay sistema.

Si fuéramos capaces de hacer esto, no te quepa la menor duda de que el sistema se derrumbaría y entonces sí cabría la posibilidad de ir hacia un nuevo tipo de sociedad que, aunque nunca será perfecta, sí infinitamente mejor que la actual.

La verdadera dificultad radica en cómo hacemos para que nuestros semejantes despierten. Porque, al final, son seres humanos engañados desde la más tierna infancia y con unas creencias muy arraigadas difíciles de erradicar.

Un sistema de gobierno mundial está a punto de ser implantado. Si los ciudadanos del mundo no nos oponemos firmemente a este golpe de estado mundial, nos convertiremos en seres anodinos y nunca más volveremos a ser lo que éramos. De nosotros depende, aunque el tiempo se acaba. 

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