La televisión
vuelve otra vez a la carga –esta vez con la guerra en Ucrania- acojonando a
todo aquel imbécil que pierda su tiempo en prestarle atención.
Vamos a ver. Si
verdaderamente la cosa es tan grave, como asegura la televisión, la respuesta
de la OTAN (léase EEUU y la UE) es de lo más ridícula. Todo lo que se les ha
ocurrido es que van a poner en marcha sanciones económicas contra Rusia. ¿Pero
esto qué es?, ¿una puta broma? A Rusia las sanciones de occidente se la suda
(con perdón por la grosería), ya que tiene sus propias reservas (sobre todo de
oro) y es aliado de China; la fábrica
del mundo.
Sin embargo, a
quien van a perjudicar es al “populacho” que va a ver como la luz, los
carburantes, la cesta de la compra y todas las materias primas se encarecen,
dejando a la franja económicamente más débil de la sociedad en el umbral de la
pobreza.
Después de que el
Covid-19 llevara a la humanidad a un estado de imbecilidad como nunca se ha
visto, ahora le toca el turno a la guerra de Ucrania para seguir introduciendo
cambios drásticos: eliminación encubierta de las democracias, manipulación de la
salud y de la mente a través de las
“vacunas” y la tecnología 5G, proyectos eugenésicos, nuevas leyes totalitarias
como la de seguridad nacional y la de vigilancia sanitaria en España, poderes
ilimitados para la OMS y una moneda digital centralizada que, en definitiva, es
el objetivo principal de toda esta operación.
“En una guerra siempre perdemos todos”;
todos los de abajo, se entiende. Ese es el cínico mantra repetido por el Establishment.
No seamos
ingenuos. Las guerras siempre se hacen contra las poblaciones, nunca contra sus
líderes. Porque si se llegara a producir una guerra en Europa o, en el peor de
los casos, una tercera guerra mundial, es seguro que no van a morir ni Putin ni
Biden ni Bill Gates ni George Soros ni Larry Fink ni Macron ni Úrsula von der
Layen ni Boris Jhonson ni Josep Borrell ni Pedro Sánchez ni ningún filántropo
ni salvador de patrias. Aquí quien se va a dejar el pellejo es el “populacho”,
como siempre. Por cierto, que el Covid-19 tampoco ha acabado con ninguno de
ellos.
Como dijo Erich
Hartmann: “la guerra es un lugar donde
jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí por la decisión de
unos viejos que se conocen y se odian, pero no se matan.” Esta
“tragicomedia” se ha repetido hasta la saciedad a lo largo de la historia y
seguimos cayendo en la misma trampa una y otra vez. ¿Pero cuándo vamos a darnos
cuenta de que los que luchamos y morimos en las guerras, que ni nos van ni nos
vienen, somos nosotros; el “populacho”? ¡Increíble hasta dónde puede llegar la
estupidez humana!
La operación
especial militar -que es como denominan los rusos a la invasión de Ucrania- y
la mera amenaza de una extensión del conflicto más allá de la región podría rematar
la faena que el Covid-19 empezó hace dos años: dar un fuerte empujón al Gran
Reinicio y a la Agenda 2030.
La guerra es
siempre la distracción perfecta para saquear la economía, ya que genera histeria
colectiva, desesperación y pobreza – sobre todo mucha pobreza- que son
aprovechadas por el poder para imponer la solución que ya tenían pensada de
antemano. Por lo tanto, el conflicto de Ucrania, en mi modesta opinión, no es
más que una nueva operación para acelerar la estanflación en la que estamos inmersos,
agudizar los problemas de la cadena de suministro y desestabilizar
definitivamente la economía europea hasta la llegada del Gran Reinicio.
La historia ha
demostrado infinidad de veces que al igual que la diferencia entre izquierda y
derecha solo existe en la mente del “populacho”, el enfrentamiento entre
Rusia-EEUU tampoco es real.
El mundo está
dirigido desde hace muchos años por la City de Londres y su quinta
columna, como algunos denominan a Wall Street. Estos dos colosos financieros han
sido, y lo siguen siendo, el centro neurálgico del poder en el planeta, y sus
tentáculos llegan también a Rusia y a China, naturalmente.
En realidad el problema Rusia-Ucrania viene
desde hace 8 años con los ataques constantes del ejército ucraniano a las
regiones de Donetsk y Lugansk. Ahora bien. Lo que no sabremos
nunca es si el objetivo de esos ataques era provocar a Rusia, y con esa excusa
impulsar un conflicto bélico para tapar el escándalo mayúsculo del Covid-19 y
seguir arruinando la economía mundial. Porque, vamos a ver. Si Rusia tenía en
mente invadir Ucrania, ¿por qué ha esperado 8 años? ¿Por qué no lo hizo hace 3
,4 ó 5 años?
Antes de hacer un juicio de valor, conviene recordar que Putin salió del KGB (Servicio de Inteligencia de la antigua
Unión Soviética) y es amigo de Henry Kissinger y de Klaus Schwab (fundador
del Foro Económico Mundial), con el que ha mantenido un diálogo constante y ha
anunciado que se uniría a su red de la Cuarta Revolución Industrial.
Bajo mi punto de
vista, tanto Rusia como EEUU han impuesto las mismas restricciones totalitarias,
con excusa del Covid-19, y ambos seguirán esta farsa hasta alcanzar los
objetivos del Gran Reinicio y la Agenda 2030.
Desde siempre, la
enfermedad y la guerra, aparte de ser los dos mayores negocios del mundo, son
utilizados para regular la población y hacer cambios drásticos en la sociedad.
Las élites lo llevan haciendo durante siglos y ahora no es diferente. Por lo
tanto, esta guerra OPORTUNA y, por supuesto, PACTADA tiene un claro
objetico: seguir el plan trazado por el FEM.
Piénsalo. Es una
contradicción que nuestros gobernantes “electos”, que nos han sometido a unas
restricciones draconianas acabando con nuestros derechos fundamentales en aras
a proteger la vida, sobre todo, la de los más débiles, estén ahora intentando
involucrarnos en una guerra. Porque si pretenden “vacunar” a toda la población
mundial para, según ellos, salvarnos la vida, entonces, ¿cómo es que quieren involucrarnos
en una guerra, que ni nos va ni nos viene, con lo que eso conlleva?
La historia más
reciente ha demostrado que no podemos fiarnos del relato oficial. Por lo tanto,
no tengo la más remota idea de qué es lo que se cuece en el conflicto de
Ucrania ni de los efectos que causarán en la población las masivas “vacunas” anti
Covid ni del futuro que nos espera. Pero si sé que este cúmulo de sucesos no es
casual.
Decía Franklin D. Roosevelt: “En política, nada sucede por accidente. Si sucede, puede apostar que fue planeado de esa manera”. Y creo que en eso estamos.
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