Suiza es un país ubicado en Europa central sin salida al mar. Es un Estado federal con 26 cantones, una población
de algo menos de nueve millones de habitantes y una superficie de 41.290 km2
(la doceava parte de la superficie de España). Sin embargo, a pasar de su pequeña
superficie, reducida población y de no poseer recursos significativos es el
cuarto país más rico del mundo, con un PIB per cápita de 92.100 euros.
A groso modo, Suiza es conocida internacionalmente por su turismo de montaña, relojes, quesos, chocolates,
navajas y, sobre todo, por sus bancos, sin olvidar a Novartis, una de las
farmacéuticas más grandes del mundo. También, porque las ciudades de Zúrich, Ginebra
y Basilea han sido clasificadas entre las diez mejores del planeta en términos
de calidad de vida.
Aunque está situada geográficamente en el centro de Europa no pertenece
ni a la UE ni a la zona euro, lo que hace de Suiza una “isla” dentro de Europa.
¿Y cómo puede ser que un país “aislado del mundo” que no tiene ni mar ni recursos naturales ni una gran
industria sea uno de los países más desarrollados del globo terráqueo? Pues
sencillamente por la magia de dos palabras: “secreto bancario”. Estas dos
mágicas palabras han hecho posible que sin tener prácticamente nada de nada su riqueza
sea inconmensurable.
Llamemos a las cosas por su nombre. Suiza vive de la especulación
financiera de sus bancos, cuyo capital es en gran medida ilícito o cuanto menos
de dudosa transparencia y procedencia, debido a una ley bancaria -en particular
de su artículo 47- que establece el “secreto bancario” como
disposición inviolable.
Suiza no es un Estado al uso, es otra cosa: un Estado ficticio creado y
administrado por poderosos oligarcas, esencialmente anglosajones, que son los
propietarios de los bancos. Ellos son quienes dictan la política y, como
es lógico, se han encargado de dotar al país de instituciones y leyes, en
función de sus intereses, estableciendo como prioridad el “secreto bancario”.
Suiza no es más que una farsa revestida de neutralidad y honestidad. Es
un Estado al servicio del poder global del dinero. Un enclave intocable
desde el que robar al resto del mundo. Por eso no es de extrañar que casi
todas las organizaciones supranacionales controladas por esta oligarquía tengan
su sede en Suiza.
En Suiza se concentran las organizaciones internacionales más
importantes –por cierto, que nadie ha elegido a través del sufragio universal- como
la OMS, una de las oficinas de la ONU en Europa, la Organización Internacional
del Trabajo, el Banco de Pagos Internacionales, la Organización Mundial del
Comercio, la Organización Internacional para los Refugiados, el CICR (órgano
fundador de Cruz Roja) y así hasta llegar alrededor de 40.
Destacan las sedes deportivas de la FIFA (máximo organismo del fútbol a
escala mundial), la UEFA (mayor ente del fútbol europeo), COI (Comité Olímpico
Internacional), la FIDE (máximo organismo del ajedrez en el ámbito mundial) y el
Tribunal de Arbitraje Deportivo.
Curioso que un pequeño país sin apenas deportistas tenga todo el elenco
de las sedes deportivas más importantes e influyentes del planeta, ¿verdad?
Pues no nos debería extrañar, ya que el deporte de masas, con el fútbol a la
cabeza, es el instrumento de manipulación principal para manejar, adoctrinar y
aborregar al “populacho”. Y como muestra un botón. Acabamos de ser testigos del
“caso Rubiales”, donde, por cierto, a todos esos politicuchos que le acusan de
acoso sexual Rubiales y su beso les importa una mierda. Lo que les importa es
la propaganda que este caso tiene para la imposición de la ideología de género.
Suiza es un santuario de delincuentes. Así de claro. Más que un Estado
es un instrumento transformador del poder global del dinero. Es,
llamémoslo así, un “Estado/ONG”, disfrazado de neutral, cuyo objetivo
primordial es atraer todo el capital oscuro, sucio e ilegítimo del mundo para
hacerlo lícito en el marco de sus leyes: dinero del narcotráfico, de la venta
de armas, robado, malversado, corrupto, etc.
En definitiva, es un refugio financiero para los delincuentes, donde se
aglutina toda la basura del mundo. Pero no estamos hablando de delincuentes de
tres al cuarto. Hablamos de delincuentes de “alto standing” como BlackRock, que,
como no, es uno de los mayores accionistas de UBS Group AG (el mayor banco de
Suiza salido de la fusión de Credit Suisse y UBS).
Ojo al dato. Suiza, con una población de 8.700.000 habitantes, tiene
alrededor de 240 entidades bancarias (datos del año 2021) mientras España, con
una población de 48.000.000 de habitantes, tiene aproximadamente 30.
Según la revista Forbes, estas son las 11 personas más ricas de Europa
y sus fortunas:
1.
Bernard Arnault
(Francia): 158 mil millones de dólares.
2.
Francoise Bettencourt
Meyers (Francia): 74 mil millones de dólares.
3.
Amancio Ortega (España):
59 mil millones de dólares.
4.
Dieter Schwarz
(Alemania): 47 mil millones de dólares.
5.
Rodolphe Saade (Francia):
41 mil millones de dólares.
6.
Francois Pinault
(Francia): 40 mil millones de dólares.
7.
Klaus Michael Kuehne
(Alemania): 37 mil millones de dólares.
8.
Beate Heister & Karl
Albrecht Jr (Alemania): 36 mil millones de dólares.
9.
Giovanni Ferrero
(Italia): 36 mil millones de dólares.
10.
Alain Wertheimer
(Francia): 31 mil millones de dólares.
11.
Gerard Wertheimer
(Francia): 31 mil millones de dólares.
Y ahora la “pregunta del millón”: ¿crees que estos señores no tienen a
buen recaudo su fortuna? ¿Crees que la van a dejar en manos de lo que decida
cualquier gobierno salido del “populacho”? Evidentemente, no. Y aunque el
“secreto bancario” no nos permite saber con exactitud los nombres de las
personas que ocultan su capital en Suiza, podemos imaginarlo.
¿Entiendes mejor ahora por qué existe un “país” como Suiza? Pues porque si no existiera estos sinvergüenzas tendrían que inventarlo.
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