Desde hace unos años, en España estamos asistiendo a la práctica de
unas acciones devastadoras encaminadas a empobrecer deliberadamente a su
población. El desmantelamiento de centrales térmicas y nucleares para crear
deficiencia energética, la destrucción de embalses para potenciar la escasez de
agua, el estrangulamiento de la agricultura, la ganadería y la pesca para
encarecer los pecios de los alimentos o el desarraigo de la minería para
hacernos dependientes de las importaciones a otros países son sólo algunos
ejemplos de cómo se está destruyendo el tejido productivo de nuestro país.
Lo grave del asunto, es que es precisamente el Gobierno, en connivencia
con la oposición, quien nos está privando de nuestros medios de vida y
llevándonos al subdesarrollo. Y no estoy exagerando.
Resulta que en Galicia (concretamente en Biana do Bolo, Orense) hay una
mina de tierras raras (Mina Penouta) en las que se explota el Coltán (único
yacimiento de Europa) que, por cierto, está a 6.000 € el kilo. Este mineral es
necesario para fabricar smartphons, tablets, televisores y ordenadores
portátiles, entre otras cosas. Al ser un mineral escaso, es considerado el oro
negro de nuestros días. Bueno, pues ha sido cerrada cautelarmente.
Editorial del 18 de octubre de 2023 del diario “La Voz de Galicia”: “El
proyecto de la mina de Penouta acaba de sufrir un revés judicial. El
Tribunal Superior de Xustiza de Galicia acaba de decretar la paralización
cautelar de la explotación minera, ante una denuncia del grupo Ecoloxistas
en Acción, por lo que consideran graves impactos sobre el espacio protegido
de Pena Trevinca, dentro de la Red Natura 2000.”
Patético, ¿verdad? O sea, que tenemos la única mina de Europa de coltán
y van y la cierran unos “ecologistas”.
Evidentemente, si destruimos nuestro tejido productivo, disponemos de
menos almacenamiento de agua, menos autosuficiencia energética y menor
capacidad de producir alimentos el empobrecimiento está más que asegurado. Y de
eso se trata (¿órdenes del FEM para poder llevar a cabo el “Gran Reinicio”?).
Desde que nuestro Gobierno firmó la Agenda 2030, los precios de los
alimentos, energía, vivienda, combustible, impuestos, etc. no han parado de
subir. Contrariamente, los salarios no hacen más que bajar o, en el mejor de
los casos, se estancan o suben muy por debajo de la inflación. Sin embargo, esto
no tiene nada que ver con ninguna crisis tal y como nos están contando. Esto es
así porque se quiere que sea así, ya que la escasez no tiene cabida en un mundo
tecnológico como el actual. ¿Te has parado a pensar por qué todo el mundo tiene
un Smartphone y, sin embargo, no tiene comida? Pues piénsalo.
Mientras tanto, el número de sinvergüenzas que vive de lo público sigue
creciendo y llevándoselo crudo. Porque, a pasar de tanto Gobierno (el
Nacional más los 17 de las Comunidades Autónomas), tanto Ayuntamiento (8.131
municipios con sus alcaldes y concejales), tanto Secretario de Estado (33 con
todas sus Subsecretarías), tanto Director General y Subdirector Técnico, tanto
funcionario de alto rango del Tribunal Supremo, CGPJ, magistrados, jueces, y un
sinfín más que me dejo en el tintero no se puede gestionar peor un país.
¿Dónde están los encargados de solventar los verdaderos problemas de
los españoles? ¿Dónde los garantes de la Constitución? ¿Dónde los responsables
de la justicia? Simplemente no están ni se les espera. Así de claro.
A raíz de la idiotización masiva de la población, llevada a cabo
durante la falsa pandemia, la gente traga todo lo que le echen. Y como muestra
un botón.
Sin
lugar a dudas, España es el primer productor de aceite de oliva
del mundo, cuya producción representa el 60% de
la producción de la Unión Europea y el 45% de la producción mundial. Entonces, ¿Cómo puede ser que el aceite esté
más caro en España que en el resto de Europa? ¿Cómo lo consentimos?
Eso
por no hablar de nuestra corrupta casta política, a la que la gente sigue
votando fielmente elección tras elección. ¿Cómo se puede tropezar tantas veces
con la misma piedra?
El nuevo invento de los políticos, llamado “consenso social”, no es
otra cosa que un acuerdo basado en que la gente debe tragarse la versión
oficial del momento de todas y cada una de las nuevas ideologías y ocurrencias
del Gobierno (pandemia, cambio climático, ideología de género, lenguaje
inclusivo,…). De lo contrario, corre el riesgo de ser incluida en la lista
negra de “negacioncitas”, “fascistas”, “xenófobos” u otras lindezas por el
estilo.
De la misma manera que durante la falsa pandemia el Gobierno quiso
hacernos creer (muchos lo creyeron) que un toque de queda era una medida
sanitaria, ahora para disfrazar la pobreza quiere que creamos estupideces como
estas: que ir a un comedor social o a un dispensario de comida social no es
sinónimo de pobreza, sino de aprovechar lo que a otros les sobra. Que quedarse
en casa, en vez de ir de vacaciones, tampoco es porque la gente esté tiesa de
dinero, sino una excelente elcción para relajarse. O que compartir casa con
extraños no es porque seas pobre y no puedas pagar un alquiler tú solo, sino
para tener una oportunidad de socializar y conocer gente.
Las personas “tragacionistas” compulsivas, que han asimilado perfectamente
la “nueva normalidad”, son las que con sus inmensas tragaderas están
normalizando la pobreza. Para que nos hagamos idea de lo que nos hemos empobrecido,
decir que mientras en el año 2003 le deuda de las Administraciones Públicas era
de 382.775 millones de euros (el 47,7% del PIB), en septiembre de 2023 la deuda
ascendió a 1.578 billones de euros (el 110% del PIB) y creciendo.
Pero la batalla no está perdida, o al menos eso quiero creer.
Indudablemente, cada vez hay más personas cuestionándose las absurdas operaciones
socio-económicas alejadas de la realidad que trata de imponernos cada Gobierno,
sea del signo que sea. Cada vez hay más disidentes, porque la realidad es cada
vez más precaria y el circo político cada vez más grotesco (acabamos de ser testigos
del esperpéntico espectáculo en el debate de investidura de Pedro Sánchez).
Mientras tanto, la polarización de la sociedad y la pobreza van in
crescendo.
Ya veremos dónde nos conduce todo esto.
Eso de que "la gente sigue votando" habría que verlo...
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