viernes, 30 de agosto de 2024

ATRAPADOS EN UNA RED DE ESTÚPIDAS IDEOLOGÍAS

Sin ideologías la gobernanza consentida sería prácticamente imposible, de ahí que cualquier régimen que se precie las utilice para afianzar su poder. Sin embargo, esas ideologías no son más que un puñado de estúpidas creencias patológicas, convertidas en un ritual de signos externos que reemplazan la realidad por una pseudorealidad.

Paradójicamente, las personas no necesariamente creen en todas esas ideologías, pero aparentan que las toleran y se comportan como si las creyeran. Esto nos lleva a vivir en una mentira permanente y, como es sabido, una mentira repetida infinidad de veces se convierte en verdad. Por lo tanto, vivir en una mentira constante es aceptar formar parte de un sistema basado en el engaño que, sin embargo, hemos aceptado como si no hubiera nada más.

Este sistema está profundamente impregnado de hipocresía y mentiras, donde todo es justamente lo contrario de lo que aparenta; o lo que es lo mismo: un mundo de apariencias que intenta hacerse pasar por realidad. De hecho, el llamado poder soberano, es decir, el gobierno del pueblo, no es más que un engañabobos donde la clase trabajadora es esclavizada por la misma clase trabajadora; la información es en realidad desinformación; las leyes, abuso de poder; el progreso, deshumanización; la libertad de expresión, autocensura; la democracia, oligarquía; la mayoría de la ciencia, pseudociencia,…. Y así podríamos seguir enumerando una lista interminable.

Como es lógico, el sistema es cautivo de sus propias mentiras y, por tanto, debe falsificarlo todo: el presente, el pasado y el futuro.

Un ejemplo flagrante de cómo el sistema lo tergiversa y manipula todo a través de las ideologías lo estamos viendo con el “calentamiento global”, recientemente renombrado “cambio climático”.

No voy a entrar ahora en desmentir el cambio climático antropogénico, hartamente rebatido por los verdaderos expertos sin conflicto de intereses, pero si voy a dar algunos datos.

En España, desde siempre los veranos han sido muy calurosos, sobre todo en la mitad meridional, donde es de lo más normal encontrar temperaturas que superen los 40 grados en lugares como Madrid, Toledo, Córdoba o Sevilla. Estas temperaturas las hemos soportado siempre con la mayor naturalidad. Sin embargo, a partir de la “Operación Calentamiento Global”; es decir, la matraca diaria de la televisión anunciando ola tras ola de calor, con esos mapas rojizos que se asemejan al fuego, la cosa se ha puesto verdaderamente insoportable.

Y es que al igual que se decía en los años 80 que un pollo no es más que lo que come, una persona no es más que lo que cree. Por lo tanto, si a la gente se le inculca una nueva ideología climática, como la de que el planeta se está calentando por las emisiones de CO2 provocadas por la acción humana, y se le bombardea constantemente con olas de calor (los 40 grados de toda la vida) es lógico que psicológicamente pueda obsesionarse y llegue a pensar que hace más calor de lo que es habitual.

Y no digo yo que algunas veces no haga más calor, sobre todo en sitios donde tradicionalmente nunca se dieron esas temperaturas. Pero, en un mundo donde es oficialmente reconocido (hay patentes que lo acreditan) que sistemáticamente se manipula el clima (según ellos para salvar el planeta del cambio climático), a lo mejor deberíamos preguntarnos si la geoingeniería tiene algo que ver.

Las ideas y creencias profundas que las personas y las sociedades tienen sobre la realidad, la política, la economía y la cultura, entre otras, son fundamentalmente inoculadas a través de las ideologías. Así, al igual que las ideologías políticas como el liberalismo, el conservadurismo o el comunismo sirven de guía a los gobiernos para ejecutar sus políticas, las ideologías económicas como el capitalismo, el socialismo o el neoliberalismo determinan cómo se distribuyen los recursos y se establecen las prioridades económicas de una nación. Y lo mismo sucede con la educación, la justicia, la sanidad, etc.

Por otra parte, tenemos las ideologías culturales que influyen en los valores, las normas y las prácticas sociales. Estas ideologías son las más importantes para manipular una sociedad. Lo vemos todos los días, y en estos tiempos de “nueva normalidad” aún más. Así, por ejemplo, el feminismo ha cambiado las percepciones y expectativas sobre el género y la igualdad. Del mismo modo, la nueva cultura Woke a acuñado el término “inclusividad” con el fin de que la sociedad acepte la nueva ideología LGBTIQ+, y todos los + que quieran añadir.

Es evidente que las ideologías proporcionan un sentido de identidad o pertenencia a un determinado grupo social, como el nacionalismo o la religión, que unen a las personas bajo una ideología común. Sin embargo, también pueden ser una fuente de conflicto, ya que diferentes grupos con creencias opuestas pueden chocar irremisiblemente. Esto es utilizado por el poder sistemáticamente para tener al “populacho” dividido; ya sabes, izquierdas y derechas, católicos y musulmanes, etc.

Todas las ideologías son sectarias, egoístas, fanáticas, propagandísticas y no hay nada de verdad en ninguna de ellas. Se difunden a través del sistema educativo, que juega un papel crucial en la formación de la opinión y la transmisión de valores y creencias del “populacho”.

Luego están los medios de comunicación, que hacen que esas creencias se perpetúen en el tiempo o, si le interesa al sistema, darles un giro de 180 grados, como hemos visto en tantas ocasiones. Por poner un ejemplo, el aborto ha pasado de ser un asesinato a un derecho en un abrir y cerrar de ojos.

En resumen, las ideologías son la fuerza más poderosa que el sistema tiene para dar forma a casi todos los aspectos de nuestra vida. Aunque bien es verdad que a veces pueden llegar a ser esenciales y útiles para el entendimiento de las personas, sin embargo, lo habitual es que se utilicen para producir división y confrontación. Ya sabes, “divide y vencerás”. Y las ideologías funcionan a las mil maravillas.

Nuestra sociedad hace tiempo que dejó de tener interés y respeto por la verdad. Nos hemos acostumbrado a que los medios de comunicación, los políticos, los economistas, los médicos y hasta nuestra propia familia y amigos nos mientan sin el menor pudor. Y yo me pregunto: cuando la verdad se sustituye por la mentira, ¿qué clase de sociedad puede salir de ahí? Pues ni más ni menos que la que tenemos. ¿Queda claro? 

martes, 20 de agosto de 2024

LA “SINGULARIDAD” DEL FEM CADA DÍA MÁS CERCA

La “singularidad” de la que tanto habla el Foro Económico Mundial (FEM) generalmente se refiere a un concepto relacionado con el avance exponencial de la tecnología, especialmente en el contexto de la inteligencia artificial (IA) y la automatización. Este término es utilizado para describir un punto en el futuro (no tan lejano) donde el progreso tecnológico avanzará tan rápido y tan profundamente que cambiará radicalmente la civilización humana.

Pero, ¿qué significa la “singularidad” tecnológicamente hablando?

La “singularidad” se basa en la idea de que la tecnología, especialmente en campos como la computación, la IA, y la biotecnología, está avanzando a un ritmo vertiginoso. Esto significa que los cambios (a mejor o a peor) de todo lo relacionado con nuestras vidas están sucediendo muy rápidamente.

Uno de los elementos centrales de la “singularidad” es el desarrollo de una inteligencia artificial general (IAG), que es una IA que puede realizar cualquier tarea cognitiva humana. Se espera que una IAG pueda mejorar y rediseñarse a sí misma, lo que llevaría a una inteligencia que superaría con creces la capacidad humana.

Evidentemente, la llegada de la “singularidad” tendrá un impacto transformador en la sociedad. Esto incluye cambios radicales en la economía, el empleo, la ética, la moral y, en general, un cambio radical en el estilo de vida humano.

Si bien es verdad que las nuevas tecnologías avanzadas podrán resolver problemas complejos como enfermedades, hambre, desigualdades sociales, etc., también plantean riesgos significativos como la deshumanización, la pérdida del libre albedrío y, por supuesto, que estas tecnologías sean utilizadas para conseguir el control absoluto y la esclavitud total de la humanidad.

Este tema, que es de vital importancia para todo el planeta, sin embargo, no está siendo objeto de debate en ningún foro que represente a toda la humanidad. Sólo algunos privilegiados futuristas y tecnólogos lo discuten como, por ejemplo, Ray Kurzweil, defensor de la idea de que la “singularidad” llegará en las próximas décadas, en contradicción con otros más escépticos que señalan que los desafíos y riesgos éticos, sociales y técnicos impedirán que se alcance una verdadera “singularidad”.

Hablemos entonces de Ray Kurzweil.

Ray Kurzweil (ingeniero de inteligencia artificial de Google) escribió el libro titulado “La singularidad está cerca: cuando los humanos transcienden la biología”. El él describe el futuro que han imaginado para nosotros los tecnócratas de Silicon Valley: la fusión de los humanos con la Inteligencia Artificial (IA).

En su libro, Ray Kurzweil dice que se espera que la IA supere a la inteligencia humana colectiva en cualquier momento (según él, más o menos para 2029). También afirma que en el sector de la biotecnología se hará cargo de todos los ensayos farmacéuticos, que reemplazará a los médicos y automatizará los trabajos. En definitiva, Kurzweil enumera todas las formas en que el ser humano será reemplazado. Lo que traducido al román palidino significa que los nanobots en nuestro cerebro se encargarán de que la frase de Klaus Schwab “no tendrás nada y serás feliz” sea una realidad.

Este libro, publicado en 2005, predijo con precisión absoluta todos los eventos que hemos vivido en los últimos 19 años. Por lo tanto, es tremendamente preocupante pensar qué es exactamente lo que estas personas tienen en mente para nosotros, ya que todo lo que predijeron ha sucedido con notable precisión.

Como era de esperar, Kurzweil apoya los 17 objetivos de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible, de los cuales 13 están respaldados por la nanotecnología.

Pero el tema más inquietante que aborda Kurzweil es el referente a la nanotecnología de autoensamblaje, que es la base de la agenda tecnocrática transhumanista del Foro Económico Mundial (FEM) y, por tanto, la herramienta a utilizar para esa transformación.

Según denunció el portal “La Quinta Columna”, después de analizar y examinar detenidamente los viales de las “vacunas” Covid-19, los viales contienen óxido de grafeno y nanotecnología de autoensamblaje. Aseguran que con las “vacunas” se inyectaron nanobots controlados por IA a través del arma biológica Covid-19. Siguiendo con sus investigaciones, más tarde encontraron lo mismo en todo tipo de inyectables (otras vacunas, anestesias odontológicas, etc). Por lo tanto, aseguran que estos nanobots ya están introducidos en nuestros cuerpos para, según ellos, escanear todo nuestro cerebro, fisiología y vete a saber qué más.

Pues bien. Dicho esto, es curioso que ya en 2005 Kurzweil se pronunciara en el mismo sentido: “En la década de 2030 alcanzaremos el tercer puente de extensión radical de la vida: nanobots médicos con la capacidad de realizar de forma inteligente el mantenimiento y reparación a nivel celular en todo nuestro cuerpo…. El cuarto puente para poder hacer una copia de seguridad de todos los archivos mentales digitalmente será la tecnología de 2040... Una vez que escaneemos esta información con suficiente precisión seremos capaces de replicarla en sustratos digitales. Esto significa que incluso si se destruyera el cerebro biológico no se extinguirá la identidad de la persona, que podría alcanzar una vida útil casi arbitrariamente larga copiándose y volviéndose a copiar para guardar copias de seguridad."

Kurzweil continúa: “en un segundo experimento, sustituiremos gradualmente cada sección de su cerebro por una copia digital conectada a sus neuronas restantes a través de una interfaz cerebro-ordenador..." Y termina diciendo: “No habrá distinción, post-Singularidad, entre humanos y máquinas o entre realidad física y virtual”.

Para ponerte los pelos como escarpias, ¿verdad? Pues a esto es a lo que se refiere Yuval Noah Harari (gurú del FEM) cuando dice que el ser humano es hackeable.

El FEM está hostigando al mundo entero para que las economías y las sociedades se preparen para los cambios disruptivos que estos avances tecnológicos van a traer. Tratan de convencernos de que confiemos en la tecnología más que confiamos en nosotros mismos. Y amén que lo están consiguiendo.

Hoy en día la tecnología es el nuevo dios de nuestra sociedad. Sin embargo, son muy pocos los que se plantean cuestiones como: ¿qué es verdaderamente la inteligencia artificial? ¿Quién o quiénes están detrás de esta tecnología? ¿Con qué fin se está desarrollando? ¿Es segura y fiable? Y, lo más importante de todo: ¿debemos dejar nuestras vidas en sus manos, tal y como estamos haciendo, con el peligro que eso conlleva?

Y para muestra un botón. Acabamos de ser testigos de cómo el viernes 19 de julio de 2024 Microsoft sufrió una caída de su sistema a nivel mundial. Esta caída afecto a líneas aéreas, hospitales, supermercados, etc. que se vieron obligados a suspender su actividad dejando a miles de usuarios sin servicio.

Si los seres humanos somos realmente inteligentes, cosa que a veces dudo, ¿cómo hemos podido dejar nuestras vidas en manos de una tecnología tan frágil? En mi opinión, depender prácticamente 100% de un sistema tan incierto no es que sea demasiado inteligente.

Aclaremos una cosa. Por mucho que nos digan los impulsores de estas tecnologías la ciberseguridad no existe. Ni antivirus, ni firewall, ni encriptación ni gaitas. No hay nada seguro en el mundo cibernético. Hay que ser ciego para no ver que todos los días se producen hackeos y robos de datos por doquier. Eso por no hablar de cómo los servicios públicos y privados son sistemáticamente secuestrados por ciberdelincuentes.

Las personas que trabajan para las élites desarrollando estas nuevas tecnologías no sé si son conscientes de las consecuencias no deseadas de lo que están haciendo, poniendo en manos de psicópatas el arma más poderosa para esclavizar y destruir a toda la humanidad.

Hace más de un siglo un puñado de banqueros decidió que iban a ser los dueños del mundo. Desde entonces llevan tejiendo un plan: crear una red global del dinero y un conglomerado de organizaciones e instituciones supranacionales para acaparar todo el poder, mantener engañado al “populacho” e implementar el sistema de esclavitud consentido mejor logrado de la historia de la humanidad.

Aviso a navegantes. Si la humanidad no reacciona, estos maniacos con su inteligencia artificial, su Agenda 2030 y su política "Net Zero" (cero emisiones de CO2) en unas décadas habrán reducido la biodiversidad natural y la población mundial de una manera drástica. Su objetivo es reemplazar a la humanidad por una versión cyborg-transhumanista: una mente colmena aberrante sin cerebro que sólo se moverá a golpe de algoritmos.

Naturalmente, se necesita mucha comedura de coco para lograr que una especie inteligente como la nuestra acepte su propia autodestrucción. Pero si lo analizamos bien, veremos que todos los avances tecnológicos de los últimos 70 años han sido creados y diseñados para ir en esa dirección. Y esa dirección no es otra que la de un mundo posthumano.

Bueno, pues esta y no otra es la verdadera “singularidad” que quiere imponer a la humanidad el FEM. Y sí, evidentemente, por desgracia cada día está más cerca. 

sábado, 10 de agosto de 2024

DESMONTANDO EL MITO DE LAS VACUNAS

Afirmar que las vacunas son el producto mejor estudiado del mundo, cuando los estudios de seguridad no se realizan ni antes ni después de su uso en la población, es simple y llanamente el fraude farmacéutico más repugnante.

Después de décadas en las que los defensores acérrimos de las vacunas han insistido hasta la saciedad que son los productos mejor estudiados del planeta, acaban de retractarse admitiendo precisamente todo lo contrario.

Concretamente, han admitido que las vacunas no se estudian adecuadamente ni antes ni después de su aprobación, diciendo que los ensayos clínicos previos a la autorización tienen tamaños de muestra y duración de seguimiento limitados y que, además, no hay recursos destinados a estudiar la seguridad posterior a la autorización.

Es cuanto menos sorprendente, que a pesar de lo ocurrido en los últimos cuatro años las vacunas sigan siendo la “panacea” de la medicina moderna que hay que defender y de la que nunca hay que dudar. Pero, ¿está justificada tal aseveración?

Ante lo ineficaz y deshonesta gestión de la falsa pandemia la inmensa mayoría de la población no ha reaccionado. Sólo algunas personas se decepcionaron con sus gobiernos e instituciones sanitarias. Y aunque la mayoría de los desilusionados limitan sus críticas a la mala gestión de la crisis del Covd-19, incluidas las vacunas ARNm, son relativamente pocos los que extienden su análisis crítico a las vacunas en general o a las vacunas infantiles en particular.

Y esto es así, porque la mayoría desconoce la sombría y cruda realidad de la ciencia de las vacunas. Y los que la conocen, callan porque temen ser etiquetados como “antivacunas” o “negacionistas” (lo que es comprensible, ya que esas dos etiquetas son colocadas a todo aquel que se atreve a cuestionar cualquier aspecto del dogma de las vacunas).

De hecho, las farmacéuticas han establecido un sistema en el que no se puede estar en desacuerdo con su “ciencia”, a pesar de que esa es la base del método científico. Si los médicos, los científicos y las revistas académicas no pueden debatir públicamente, entonces no es ciencia en absoluto, es religión. Y eso es lo que está pasando con las vacunas.

Las vacunas suponen un reto tanto para los científicos y profesionales de la medicina como para los padres que tienen que adminístraselas a sus hijos. Los primeros aseguran que las vacunas son seguras y eficaces. Sin embargo, cada día crece el número de padres que afirman que las vacunas causan graves efectos secundarios en sus hijos, e incluso dudan de su eficacia que creen que está exagerada.

Todo aquel que ha querido ver (porque bien es sabido que no hay más ciego que el que no quiere ver) ha comprobado como las “vacunas Covid-19” han sido el mayor fiasco (o no tan fiasco) de la historia de las vacunas.

Ante tal evidencia, es lícito preguntarse: ¿son las vacunas infantiles diferentes de las “vacunas Covid-19”? ¿Son más seguras? ¿Se han probado mejor? ¿Están bien documentados e investigados sus efectos secundarios? ¿Se permite a los profesionales médicos (o a cualquier otra persona) cuestionarlas más de lo que se les permitió cuestionar las vacunas Covid-19? Y la pregunta más importante de todas: ¿Podemos confiar nuestros bebés a vacunas producidas, probadas, comercializadas y autorizadas por los mismos organismos, instituciones, corporaciones, médicos y gobiernos que nos defraudaron y engañaron de una manera tan miserable en los últimos cuatro años?

Todo aquel que quiera y esté interesado en saber algo más sobre las vacunas de lo que nos cuentan los organismos oficiales que las apoyan y defienden (facultades de medicina, instituciones como la OMS, GAVI, etc.), puede leer el libro “Tortugas hasta el fondo: Ciencia y mitos de las vacunas”, que se publicó por primera vez en Israel a principios de 2019.

Este libro hace un análisis exhaustivo de la ciencia de las vacunas desmontando la mayoría de sus mitos. Por ejemplo, en él se dice que no existe ni una sola vacuna en el programa de vacunación infantil cuya verdadera tasa de efectos adversos se conozca. También, que la afirmación de que las vacunas causan efectos secundarios graves en 1 de cada millón de vacunados contradice los resultados de numerosos ensayos clínicos en los que se notificaron efectos adversos graves en 1 de cada 40, 30 o incluso tan sólo 20 bebés vacunados.

Esto no nos debería extrañar, ya que estamos viendo generación tras generación niños cada vez más enclenques sufriendo nuevas patologías que hace tan solo 60 años prácticamente no existían. Me refiero, por ejemplo, al aumento de casos de autismo o a la proliferación de alergias de todo tipo.

Por otra parte, la metodología actual de los ensayos clínicos de vacunas invalida las afirmaciones de que las vacunas son seguras y que se prueban de forma exhaustiva y rigurosa. Esto derrumba por completo el castillo de naipes del programa de vacunación infantil, dado que las garantías de seguridad de las vacunas se basan, principalmente, en ensayos clínicos deliberadamente defectuosos patrocinados por la industria farmacéutica.

Resumiendo, los autores aseguran que todo el programa de vacunas se basa en un encubrimiento deliberado de las verdaderas tasas de efectos adversos de las vacunas, y que su tan cacareada seguridad y eficacia, cuidadosamente construida durante muchas décadas y avalada por innumerables organizaciones (OMS, GAVI, etc.) y médicos, en realidad no se sostiene sobre nada.

El libro concentra una gran cantidad de información (acompañada de un análisis detallado) que se encuentra dispersa en cientos de artículos médicos, libros y sitios web. Presenta varios conceptos originales, además de sentar una sólida base científica para los conceptos más establecidos. También incluye las referencias científicas y las citas concretas que la respaldan (más de 1.200), todas ellas procedentes de artículos científicos, libros de texto y las publicaciones oficiales de los organismos gubernamentales pertinentes o los documentos de los fabricantes.

Pero lo más sorprendente, es que en el Prólogo del libro, escrito por Mary Holland, J.D. (presidenta y asesora general de Children's Health Defense y defensora de una mejor legislación y política sobre vacunas), se asegura de que todo lo que en él se dice (y se dice mucho) no ha sido refutado hasta la fecha.

Como es lógico, un profano en la materia, como el que ha escrito estas líneas, no pretende dar lecciones ni convencer a nadie de nada. Sólo se cuestiona si es realmente verdad todo lo que oficialmente se nos cuenta sobre las “bondades” de las vacunas. Y se lo cuestiona, porque no es la primera vez, ni será la última, que nos mienten y nos engañan.

¿Te acuerdas? Primero las vacunas Covid-19 eran seguras, eficaces y protegían 100% de ser contagiado. Después, ya no protegían 100%, pero si te contagiabas amortiguaban la enfermedad. Luego te podías contagiar y contagiar a otras personas, pero te salvaban de la UCI,… Y así sucesivamente se fue cambiando el relato para justificar lo injustificable: que las vacunas Covid-19 nunca fueron seguras y eficaces. De hecho, a día de hoy siguen causando estragos.

Aunque bien es verdad que la inmensa mayoría de nosotros no tenemos formación suficiente para asegurar o negar nada, no solo sobre las vacunas, sino también sobre la mayoría de temas relacionados con la ciencia, sin embargo, sí tenemos sentido común, y a poquito que investiguemos es seguro que encontraremos una respuesta adecuada que nos satisfaga. Eso sí, procurando ser lo más objetivo posible.

No hay que ser ningún conspiranoico para saber que la industria farmacéutica, piedra angular de la medicina convencional, antepone el dinero a la salud del paciente: promete sanación, pero lo que ofrece son promesas vacías y una combinación fatal de efectos secundarios.

Esto no lo digo yo, lo dice uno de los investigadores más prestigiosos del mundo, John P. A. Ioannidis (médico-científico que ha realizado contribuciones en medicina basada en evidencia epidemiología, ciencia de datos e investigación clínica, además de pionero en investigación sobre la investigación), quien ha demostrado que gran parte de la investigación publicada no cumple con los estándares de la evidencia científica.

Y es que desde hace más de cien años la industria tiene metida sus zarpas en la investigación. Por eso ha dejado de ser honesta, porque si detrás de cada investigador hay un patrocinador, no creo yo que elabore informes en contra de la mano que le da de comer. Y si ese investigador es honesto, es más que probable que sus informes acaben en un cajón y nunca lleguen a ver la luz.

En definitiva, las grandes farmacéuticas y muchos médicos no son los salvadores que dicen ser, sino que se benefician de un sistema que antepone el dinero a la salud. Por lo tanto, mientras la enfermedad siga siendo un suculento negocio, nadie va a venir con una vacuna a erradicar ninguna enfermedad.

Ahora cada uno puede seguir poniéndose todas las vacunas que quiera, es su decisión. Aunque me temo que no tardando mucho ya no será una decisión, sino una obligación.

La UE lanzará en septiembre de 2024 la nueva Tarjeta Europea de Vacunación (CVE) en 5 países piloto. En ella no solo se incluirán los datos de vacunación, sino también cualquier otro tipo de información.

Este proyecto forma parte del programa EUVABECO (European Vaccination Beyond Covid-19), cuyo objetivo es controlar y aumentar la vacunación dentro de la UE. La nueva tarjeta está integrada en el sistema global de certificación digital de la OMS y avanza de la mano de la introducción de la identidad digital europea y el euro digital. Se espera su implantación en todos los Estados miembros de la UE a partir de 2026.

¿Lo sabías? Pues no tengo nada más que añadir.