A día de hoy hay más teléfonos móviles que habitantes tiene el planeta. El vulgarmente llamado “móvil” se ha convertido en una prolongación de nuestros sentidos. Pero, sin negar ninguna de las ventajas de esta nueva tecnología, hay que hacer constar que no todo son bondades y que esconde, al menos, tres serias amenazas que deberíamos tener en cuenta: la adicción, el impacto en nuestra salud y, por supuesto, la utilización como herramienta de control.
La adicción es una enfermedad crónica y recurrente del
cerebro que implica la incapacidad de controlar el deseo de consumir la
sustancia o cosa a la que se es adicto. Hoy tenemos multitud de adicciones: se
puede ser adicto al trabajo, a las drogas, al sexo, al juego, al deporte, a las
series de televisión,… y, por supuesto, al teléfono móvil.
Alguno pensará que si el teléfono móvil forma parte de las nuevas
tecnologías, imprescindibles para el modo de vida actual, ¿cómo se puede decir
que se es adicto al móvil? Pues se puede, claro que se puede. De hecho, la “movilmanía”
es la enfermedad de moda en estos momentos y tiene un nombre: nomofobia.
La nomofobia (palabro nuevo
inventado para esta recién aparecida enfermedad) es el miedo irracional que sufren las personas a no
tener el móvil o a estar sin cobertura. ¿Y cómo se sabe si una persona es
nomofobica? Pues muy sencillo. Un nomofóbico es fácilmente reconocible, porque
mira constantemente su móvil para ver si ha recibido algún mensaje o hay alguna
nueva noticia en los canales que consulta. ¡Ah! Y, en algunos casos, su obsesión
llega a tal punto que no quiere ir a ningún sitio en el que no haya cobertura.
La nomofobia se ha convertido en la mayor adicción que existe en el
mundo, siendo prácticamente 1 de cada 2 usuarios –dentro de la población más
joven- quien la sufre con diferente grado de dependencia. Esta nueva adicción
afecta tanto a niños como adolescentes y adultos. Según diversos estudios, se
da sobre todo entre personas menores de 35 años, siendo afectados el 78% de las
personas que tienen entre 18 y 25 años y el 68% de los que tienen edades
comprendidas entre los 25 y los 35 años.
Pero el móvil no solo puede crear una dependencia adictiva, sino que también
tiene consecuencias demostradas en el deterioro de la salud.
Un teléfono móvil funciona a través de una red de antenas que generan campos electromagnéticos. La
exposición a las radiaciones electromagnéticas, emitidas por las estaciones de
telefonía móvil, es una de las mayores preocupaciones de una parte de la sociedad
que ve la posible relación entre los niveles de radiación no ionizante y los
indicadores de salud.
Existen dos tipos de radiaciones: las ionizantes y las no ionizantes.
Las radiaciones ionizantes son las emitidas por material radiactivo, equipos de alto voltaje, reacciones nucleares y las estrellas. Los tres tipos principales de
radiación ionizante se conocen como radiación alfa, beta y
gamma, siendo esta última la más peligrosa.
Las radiaciones no ionizantes son un tipo de radiación que no tiene suficiente energía como para desestabilizar
un átomo, haciendo saltar de su órbita un electrón. Por lo tanto, a priori no
son tan peligrosas como las ionizantes. La radiación no ionizante incluye la
luz visible, infrarroja y ultravioleta; las microondas; las ondas de radio y la
radiofrecuencia de los teléfonos móviles.
De entre los problemas más comunes que presenta la exposición a las
antenas de telefonía móvil -ya contrastados- son los dolores de cabeza,
problemas de memoria, mareos, depresión y trastorno del sueño. Sin embargo, hay
otras muchas afecciones que se están investigando como los efectos en la
sangre, la proliferación de diferentes tipos de cáncer, el retraso en las
habilidades motoras en los jóvenes o el riesgo significativamente mayor de
padecer diabetes mellitus tipo 2, entre otras. En la página web Environmental
Health Trust/ tienes información sobre diferentes estudios, revisados por pares, de
los efectos de la radiación en la salud. También puedes consultar aquí/ otro estudio
sobre el vínculo entre el 5G y los síntomas del Covid-19.
Si bien la adicción al móvil y los efectos que tiene sobre la salud son
importantes, existe otro mucho más peligroso que no es tenido en cuenta por los
usuarios. Me estoy refiriendo a la utilización del teléfono móvil como
herramienta de control.
En el año 2022, la OMS firmó un contrato con la Deutsche Telekom para
que desarrollasen una aplicación y un software de verificación QR que se
aplicará en todo el mundo. La UE ya ha anunciado que quiere tener implantada la
identificación digital para el año 2024, formando parte del nuevo sistema
mundial de identificación digital que se está creando. El objetivo es
implementar un sistema global en el que nuestros datos personales de todo tipo
sean incorporados a la red de la Moneda Digital de los Bancos Centrales (CBDC),
que es el nuevo sistema monetario que se tiene pensado imponer en todo el
planeta.
En definitiva, lo que se pretende es llegar a tener a todo el mundo
controlado a través de un software de código de verificación QR, que deberá
estar incluido en cada teléfono móvil. Este software vigilará y supervisará a
toda la población del planeta y controlará todos los aspectos de nuestras vidas.
Si la falsa pandemia sirvió para amedrentar e idiotizar a la población
y crear una red global de “bioseguridad” a través del teléfono móvil (códigos
QR de test PCR y “vacunas”), ahora el cambio climático y la guerra de Ucrania
traerá consigo el racionamiento energético que, evidentemente, acelerará el
colapso económico.
Ya estamos viendo como la mayoría de países occidentales están
desmantelado intencionalmente sus sectores energéticos habituales para dar paso
a la “energía verde” de la Agenda 2030. Francia y España están apagando
monumentos y escaparates. También están imponiendo restricciones a la
temperatura de la calefacción y el aire acondicionado para “reducir el consumo energético”
que, evidentemente, arruinará la economía. Después eliminarán todo el dinero
físico y se introducirá la CBDC, que
siempre ha sido el principal objetivo.
Y ahora recapacitemos un poco. ¿No te has parado a pensar que todos esos
cambios no se pueden llevar a cabo sin la existencia de nuestros teléfonos
móviles? Así que la pregunta obligada es: ¿estamos dispuesto a prescindir de él?
Porque este es el verdadero “quit de la cuestión”.
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