A cualquier persona que ose cuestionar, criticar o rechazar cualquier dogma científico siempre se le hace la misma pregunta para descalificarle de inmediato: ¿Quién eres tú para desafiar a la ciencia, cuál es tu legitimidad?
Esto mismo es válido y se aplica en todas
las actividades y profesiones como el deporte, la medicina, la economía e
incluso en oficios como la jardinería. Si no perteneces a su casta, no tienes
legitimidad para opinar y es suficiente para desacreditarte. Además, cada casta
ha creado su propio lenguaje para hacerse aún más inentendible para el resto de
los mortales.
Pondré un ejemplo: cuando los geólogos
hablan de buzamiento nadie que no sea de su casta entiende a qué se refieren.
Sin embargo, están hablando de algo tan sencillo como de inclinación. Y así
ocurre en todas y cada una de las diferentes profesiones, ramas de la ciencia o
la industria.
Pero la profesión número uno del mundo en
este sentido es sin duda la medicina. Es evidente que a veces nuevos vocablos
aportan la precisión necesaria que se requiere. Sin embargo, palabras como
“astenia” para denominar la fatiga, “eritema” para el enrojecimiento o
“prurito” para el picor son simplemente léxicos, podríamos decirlo así, para
darse importancia y descolocar al profano.
Hoy en día hay miles de preguntas incómodas
para la ciencia que se han convertido en delirantes, anticientíficas y, en
algunos casos, hasta ilegítimas para todos aquellos “profanos” que osan
formularlas. Me refiero a preguntas como estas: ¿Son realmente los patógenos
los que nos enferman? ¿Es el hombre el causante del cambio climático? ¿Son
efectivas las vacunas?…….
Estas y otras muchas preguntas están
proscritas a día de hoy precisamente por la misma ciencia. Pero la ciencia no
puede hacer eso.
Según la RAE, “la ciencia es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la
observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se
deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente”. Por lo tanto, la ciencia sólo puede existir con la
condición de que pueda ser refutada. Sin embargo, la pseudociencia
es irrefutable y todos los experimentos llamados “científicos” tienen un único propósito: confirmar el
dogma. Y eso es lo que está sucediendo actualmente.
Que yo sepa, los postulados de de Koch, que
supuestamente permiten probar la teoría viral, nunca han sido verificados.
Según Wikipedia, los postulados fueron formulados a partir de los experimentos
de Robert Koch con el Bacillus
anthracis. Demostró que al inyectar una pequeña cantidad de sangre de un
ratón enfermo en uno sano, en el último aparecía carbunco. Tomando sangre
del segundo animal e inyectándola en otro, obtenía de nuevo los síntomas de la
enfermedad. Luego de repetir la operación una veintena de veces, consiguió
cultivar la bacteria en caldos nutritivos fuera del animal y demostró que,
incluso después de muchas transferencias de cultivo, la bacteria podía causar
la enfermedad cuando se inoculaba a un animal sano. Estos experimentos fueron
aplicados para establecer la causa del carbunco, pero se
generalizaron para el resto de las enfermedades infecciosas.
Los postulados de Koch son los siguientes:
-El agente patógeno debe estar
presente en los animales enfermos y ausente en los sanos.
-El agente debe ser cultivado en
un cultivo axénico puro aislado del cuerpo del animal.
-El agente aislado en un cultivo axénico
debe provocar la enfermedad en un animal susceptible al ser inoculado.
-El agente debe ser aislado de nuevo de las
lesiones producidas en los animales de experimentación y ser exactamente el mismo
al aislado originalmente.
Pues bien, hasta la fecha nadie ha podido
verificar que esto se cumpla con las enfermedades infecciosas como la gripe o
el Covid-19. ¿Y qué ha hecho la “ciencia”? Pues simplemente decir que los postulados de Koch son una referencia
clásica pero, de hecho, son más un ideal y que, en muchos casos, la causalidad
se valida sin que se cumplan plenamente los criterios.
¡Ala! ¡A tomar por culo todo rigor
científico!
Por otro lado, la virología afirma que los
virus causan enfermedades después de la transmisión entre huéspedes como los
humanos. Sin embargo, la falta de evidencia científica que respalde esas
afirmaciones ha obligado a la creación de nuevos métodos pseudocientíficos para
respaldar sus prácticas anticientíficas.
Esto mismo está sucediendo en todos los ámbitos
de la “ciencia”, donde la pseudociencia justifica cosas tan injustificables como
el cambio climático antropogénico, las “inofensivas” radiaciones no ionizantes,
etc.
Visto lo visto, no nos queda más remedio
que aceptar que la ciencia ha sido traicionada y corrompida, siendo la
pseodociencia la que ha tomado la delantera con la única finalidad de que “todo
vale si es por la pasta”.
Está claro que los dueños del mundo no quieren
debate científico. Quieren idiotas obedientes y sumisos. Pero como todavía hay
algunos que se resisten a ser obedientes y, sobre todo, que siguen -erre que
erre- cuestionándose las cosas, se han empezado a implementar todo tipo de
leyes para prohibir poner en duda todo aquello que la “ciencia” dice, bajo pena
de ser denostado, sancionado y ahora incluso hasta encarcelado.
Seamos claros. Hoy en día el poder ya no se
asienta en la realeza ni en la clase gobernante, sino en el cártel bancario. Pero,
¿se sabe quién posee y controla ese cártel? Pues claro que sí: las familias
judías más importantes del mundo, con los todopoderosos fondos de inversión
BlackRock y Vanguard Group a la cabeza.
Tanto BlackRock
como Vanguard Group son dueños de miles de empresas. Poseen todos los grandes
bancos, las grandes corporaciones, los medios de comunicación, las
farmacéuticas, las tecnológicas y las energéticas. En definitiva, son los
dueños de todo aquello que afecta a nuestra vida.
Podríamos decir
que el actual CEO de Vanguard Group, Tim Buckley, y el jefe de Blackrock, Larry
Fink, tienen un poder casi infinito
sobre las finanzas y la economía mundial, lo que les confiere una autoridad
casi omnipotente ante cualquier gobierno
y, cómo no, sobre la ciencia, la medicina y todo lo demás.
Actualmente el
cártel bancario judío lo controla todo. Y si lo controla todo, entonces no es
de extrañar que el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)
-que gestionó la “pandemia” del Covid-19 en EEUU- tuviera en nómina a personas judías con doble nacionalidad
estadounidense-israelí como estas:
-Rochelle Walensky (Directora del CDC)
-Anne Schuchat (Subdirectora del CDC)
-Sherri Berger (Jefa de Personal del CDC)
-Mitchell Wolfe (Director Médico del CDC)
-Jeff Reczek
(Director del CDC Oficina de Washington)
También son
judías, con doble nacionalidad estadounidense-israelí, algunas personas que
tuvieron que ver con las “vacunas” y las consecuencias económicas y sociales de
la “pandemia” como:
-Jeff Zients (Zar del Covid-19)
-Andy Slavitt (Consejero Senior del Covid-19)
-Rachel Levine (Asistente del Secretario de Salud),
es además transgénero.
-Alvert Bourla (Director de la vacuna Pfizer)
-Mikael Dolsten (Director Científico de Pfizer)
-Joanne Waldstreicher (Director Médico de Johnson
& Johnson)
-Michael Rosenblatt (Director Médico de Merck)
-Tal Zaks (Director Científico de Moderna)
-Larry Fink (CEO de BlackRock)
-Rob Kapito (Presidente de BlackRock)
-Yuva Harari
(Consejero Principal del FEM)
Evidentemente, puedes
creer que todo esto es casual, pero las casualidades no existen y menos aún de
esta envergadura.
El Nuevo Orden
Mundial se está imponiendo en todo el mundo basándose en falsos argumentos
científicos. Como he dicho hasta la saciedad, se trata de reducir drásticamente
la población mundial para lograr una sociedad controlada digitalmente cien por
cien por esta casta de mega ricos.
Nunca caminaras solo.
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