En el mundo, siempre ha existido una minoría de “tíos listos” que se
han aprovechado de una inmensa mayoría de tontos. Esta es la cruda realidad
que, por cierto, no ha cambiado en absoluto y sigue vigente a día de hoy.
Evidentemente, esta minoría de tíos listos” no posee poderes
sobrenaturales para tener a ocho mil millones de personas bajo la suela de su
zapato. Sin embargo, no tiene necesidad, pues simplemente controlando las
estructuras de poder el control de toda la humanidad está más que asegurado.
Paradójicamente, esas estructuras de poder están a cargo de una serie
de personas que, aunque también pertenecen al pueblo, son, por lo general,
tremendamente ambiciosas, codiciosas y prepotentes. Estamos hablando de políticos,
jueces, fiscales, militares, policías, inspectores de Hacienda, abogados del
Estado, diplomáticos y un largo etcétera que son los encargados de conducir al
rebaño. En definitiva, son los que, sin saberlo (o sabiéndolo), trabajan para
las élites que controlan el mundo.
Como es natural, los “tíos listos” no van a permitir que nadie deshaga
sus estructuras de poder. De por sí, aquellos que lo han intentado han
quedado “fuera de servicio”.
El mundo en que vivimos está anclado en una gran mentira. Esta gran
mentira es creída a pies juntillas por la inmensa mayoría de tontos, que han
dejado sus vidas en manos de todas estas estructuras de poder. ¿Y quiénes se
encargan de extender esta gran mentira por los cinco continentes? Obviamente,
los medios de comunicación de masas.
Nos venden la idea de que existe libertad de prensa y, por tanto,
libertad de expresión. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, puesto que en
la actualidad sólo hay tres grandes agencias que suministran las noticias que
vemos en televisión, leemos en los periódicos y escuchamos en la radio en
prácticamente los cinco continentes. Estas tres agencias son: la estadounidense
Associated Press (AP), la francesa France-Presse (AFP) y la británica Reuters.
Las noticias que salen de estas agencias están controladas -e incluso a veces escritas- por personal de
los servicios secretos y militares de alta graduación. De ahí que en todas
partes se produzcan las mismas afirmaciones o negaciones de la supuesta
realidad. Luego, los periodistas de los diferentes medios sólo tienen que
“copiar y pegar” y darle un toque personal a la noticia, aunque alguno ni
siquiera se molesta en hacerlo.
Decía Ortega y Gasset que el “hombre-masa” es aquel que carece de
iniciativa propia, de pensamiento propio y que sólo vive de las aportaciones de
los demás. Naturalmente, un hombre así es manejado como un pelele. Está tan
ciego, que es incapaz de ver que la política no es más que un reality show para
entretener a esa inmensa mayoría de tontos que mantienen el sistema con su voto.
Y lo peor, es que ignora que todos los partidos políticos con posibilidades de
gobernar son un gigantesco engaño y que el verdadero poder lo ejercen otros.
Los gobiernos, tal como los conocemos, están controlados por lobbies
que sirven a los intereses de entidades financieras y grandes corporaciones
propiedad de los “tíos listos”. Mientras, nosotros, el “pueblo soberano”, nos
dedicamos a pagar impuestos y a vivir felizmente ignorantes en esta prisión sin
muros llamada “democracia”, en la que nos pasamos la vida discutiendo sobre qué
títere político tendrá el honor de robarnos, de restringir nuestra libertad o
de endeudarnos hasta la médula en los próximos cuatro años. En definitiva, nos
han vendiendo un producto tan cuidadosamente elaborado y enlatado
que hemos llegado a creer que lo necesitamos. Y lo que es el colmo de la
desfachatez: que lo controlamos. Evidentemente, no es así.
Acabamos de comprobar cómo tantos días de protesta callejera, tanto
discurso inútil de la oposición, tanto comunicado de la CEOE, del CGPJ, de
jueces, abogados y funcionarios posicionándose en contra de la investidura de
Pedro Sánchez -a cambio de amnistiar a unos señores que cometieron un delito,
fueron juzgados y condenados- no ha servido de nada. Y no ha servido de nada,
porque el “pueblo soberano” no tiene mecanismos reales de control sobre el
Gobierno y sus instituciones.
La gente que verdaderamente cree que vive en una sociedad libre, y que es
el único dueño de su vida, es porque sigue la narrativa que le contaron. Pero, cuando
una sociedad está sustentada en el dinero, los datos revelan otra cosa.
Podríamos decir que nuestra sociedad se apoya en cinco pilares básicos:
alimentación, sanidad, energía, información y finanzas. Estos cinco pilares
deberían estar controlados por el pueblo. Sin embargo, si miramos quiénes son
los mayores accionistas de las grandes compañías de alimentación, de las
farmacéuticas, de las petroleras, de los medios de comunicación y de la banca,
¿a quién vemos? ¡Bingo! ¡Acertaste! A BlackRock y Vanguard Group. Evidentemente,
estas dos mastodónticas entidades están controladas por ese insignificante
número de “tíos listos” y no por el “pueblo soberano”.
La realidad es que los “tíos listos” llevan haciendo negocio con la
humanidad desde tiempos inmemoriales. Tal es así, que ahora incluso se refieren
a nosotros como “recursos humanos”. Además, tienen a los gobiernos bajo control.
De hecho, son ellos quienes deciden que nuestra educación sea una mierda para garantizar
que no entendamos nada, que nuestro salario sea el justito para llegar a fin de
mes con el fin de seguir manteniéndonos esclavizados a un trabajo y son los que
establecen que muchas de nuestras distracciones sean absurdas, banales e
incluso de mal gusto.
Decía Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud: “La manipulación
intencionada y razonable de la opinión pública es la base de un sistema
democrático”. Por lo tanto, sólo hay una forma de deshacerse de esta dictadura
disfrazada de democracia representativa: dejar colaborar con esta locura.
Necesitamos ciudadanos dispuestos a hacer algo más que quejarse. ¿Te
has parado a pensar que todo depende de tu voto? Los políticos dependen
totalmente de los votos, así que deja de darles tu voto. Sin votos, no hay
democracia representativa que valga. Este es el primer paso que hay que dar si
queremos cambiar las cosas, ya que la estupidez de intentar cambiar el sistema
desde dentro nunca ha funcionado.
Dicho esto, no me cabe la menor duda de que, como reza el título de este artículo, nadie tendría poder sobre nosotros sin nuestra colaboración. ¿Capisci?
Capisco colega.
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