miércoles, 20 de marzo de 2024

LAS INSTITUCIONES MASÓNICAS QUE DOMINAN EL MUNDO

Pensar que a día de hoy vivimos en Estados soberanos, y que somos nosotros los que con nuestro voto decidimos el devenir de las cosas, es de una ingenuidad supina y, por desgracia, la creencia de la gran mayoría. Sólo los que conocen hasta qué punto nuestros Estados están ligados a una vasta red internacional de instituciones mafiosas pueden entender lo que está pasando. Evidentemente, mientras los Estados se mantengan dentro de esta red nada cambiará.

Instituciones supranacionales en manos de los multimillonarios más poderosos del mundo ya se han hecho con el control del planeta. Ahora sólo les falta moldearlo a su antojo, lo que supone -como llevan diciendo hasta la saciedad- reducir drásticamente la población y que cada individuo este perfectamente catalogado, etiquetado y controlado.

Organizaciones, poco o nada transparentes, como el Club de Roma, la Orden de los Illuminati, el Club Bildelberg, el Comité de los Trescientos, el Consejo de Relaciones exteriores y un largo etcétera son las que verdaderamente ejercen el poder en el mundo. Y al mando de todas ellas están los masones, cuyo número se estima en alrededor de 6 millones en todo el planeta.

A día de hoy, prácticamente todo está en manos de la masonería, empezando por el Vaticano (por mucho que se empeñe el Vaticano en decir que ser masón es incompatible con ser católico), cosa que sorprenderá a muchos creyentes, pero que pueden comprobar ellos mismos en la numerosa bibliografía existente.

Todas estas organizaciones poco transparentes son, sin embargo, las que ejercen su influencia en las instituciones supranacionales más importantes del mundo.

La primera de todas es la ONU: una organización supranacional, creada en 1945, para la “preservación de la paz mundial” que, paradójicamente, desde su creación el número de guerras en el mundo se ha disparado. Fue fundada durante la Segunda Guerra Mundial por dos masones de alto grado: el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill. Esta organización no es ni mucho menos lo que parece y sólo sirve para proteger los intereses de las oligarquías.

Otra organización, que está tomando una relevancia cada vez más importante, es la Organización Mundial de la Salud (OMS). Fundada en 1948, es el brazo ejecutor “especial” de la ONU. Es la responsable, entre otras cosas, de la esterilización de millones de mujeres en Kenia, India y otras muchas partes del mundo. También fue quien dirigió el experimento Covid-19, con sus millones de víctimas y cientos de miles de muertos, y ahora mismo está tratando de imponer un nuevo Tratado de Pandemias para llevar al mundo a una dictadura sanitaria.

La tercera en importancia es la Unión Europea (UE), punta de lanza del Nuevo Orden Mundial. Nació el 1 de noviembre de 1993. Cada vez está más claro que la UE es un instrumento masónico para el desmantelamiento de la democracia y la soberanía de sus Estados miembros. Actualmente, alrededor del 80% de las leyes de los Estados miembros las dicta la UE; es decir, que la Comisión Europea, -que no ha sido elegida por el pueblo- es quien dicta las normas.

Otra organización no menos relevante es el Foro Económico Mundial (FEM). Fundado el 24 de enero de 1971, es un club elitista que aglutina a los banqueros y empresarios más poderosos del mundo. Este foro está dirigido por la élite financiera masónica de más alto rango como son los Rothschild o los Rockefeller. El FEM quiere establecer una sociedad tecnocrática y transhumanista. Sus objetivos, según ellos, para 2030 son: imponer un gobierno mundial único, un nuevo sistema monetario global (las CBDC), el fin de propiedad privada (“no tendrás nada y serás feliz”) y la implantación de la Inteligencia Artificial a todos los niveles.

Luego tenemos la City de Londres: un Estado completamente independiente, dentro de otro Estado, como el Vaticano o Washington DC. La City de Londres está controlada por los Rothschild, donde más de 500 bancos hacen sus sucios negocios allí, dado que es intocable y está por encima del bien y del mal.

Llegamos ahora a la Reserva Federal (FED). Fundada en 1913 por un puñado de banqueros masones para controlar a voluntad la inflación y deflación. Con su Sistema de Reserva Fraccionaria han estado creando dinero de la nada y luego prestándolo a un interés usurero. Tiene, desde entonces, al Gobierno de los EEUU agarrado por los huevos.

Seguimos con el Banco de Pagos Internacionales (BPI), fundado en Basilea (Suiza) en 1930. Es, digámoslo así, el banco central de todos los bancos centrales. Se cuentan con los dedos de una mano los países en el mundo cuyo banco central haya permanecido fuera del alcance de las zarpas de los Rothschild, dueños y señores de este banco.

Y así podríamos nombrar muchas más instituciones francmasonas como las tres agencias de noticias más importantes del mundo (Agence France-Presse (AFP) Associated Press (AP) y Reuters), el bastión masónico de Washington DC; el World Wildlife Fund (WWF), Amnistía Internacional, el Vaticano, la UNESCO, Hollywood, el Pentágono y un larguísimo etcétera.

Esta, y no otra, es la autoridad más poderosa del mundo. Es la que impone sus reglas y la que está introduciendo la cultura occidental en todo el mundo -ya sea en China, la India o Arabia Saudita- con el fin de conseguir su tan ansiado único Gobierno Mundial.

La cultura occidental es, de hecho, un arma de destrucción masiva. Así se refleja en el panfleto “Armas Silenciosas para Guerras Tranquilas”, donde se dice que el público no puede creer que sea atacado y subyugado por un arma llamada “cultura”. Y es que el mundo entero ha caído en la trampa de Occidente y su “cultura” políticamente correcta.

¿No lo ves? Pues es muy evidente. Empecemos con el cine, que no hace otra cosa que difundir ideologías y mensajes subliminales como, por ejemplo, a favor de la ideología de género. Luego está la música, con el rap como mejor exponente: algo anodino, machacón y de mal gusto, pero que cumple el cometido de aborregar a las masas. Le siguen los videojuegos,  que difunden violencia gratuita por doquier dirigida a la población más joven haciéndola tremendamente agresiva. Seguimos con las series televisivas, creando adictos a la caja tonta (no tan tonta) desde donde somos manejados y adoctrinados. Y luego está, como no, el omnipresente fútbol que, por cierto, hace mucho tiempo que dejó de ser un deporte para convertirse en una herramienta de control de masas y un suculento negocio. Si a esto le sumamos las drogas, incluido alcohol y tabaco, que producen desastrosos efectos tanto en la población adicta como no adicta, el cóctel explosivo está servido y sólo es cuestión de tiempo para que surta efecto.

La cultura occidental prácticamente ya se ha instalando en todas partes. No hay una gran ciudad del planeta que no tenga suburbios modernos donde instalar guetos para pobres e inmigrantes. Las grandes superficies y supermercados han proliferado como setas por todo el planeta en detrimento del pequeño comercio más personal. Los coches invaden todo el espacio urbano y se han hecho dueños de las calles. Y lo más importante, la cretinización del “populacho” es la misma en todos los lugares (lo vimos durante la falsa pandemia).

Pues bien. Todos estos conceptos han venido de EEUU: país elegido por los masones para imponer sus delirios a todo el planeta. Recordemos que EEUU es el país con el mayor número de masones del planeta (cerca de un millón, de los seis que hay en el mundo)

Y ahora una última reflexión. Si alguien en su sano juicio piensa que el “populacho” ignorante, sumiso, simplón y sin ideas propias es capaz de cambiar esto, por muchos ilusos bien intencionados que luzcan chalecos amarillos o convoquen tractoradas sin ser conscientes de que así no hacen otra cosa que colaborar con el sistema, debería hacérselo mirar.

Sin embargo, hay una cosa muy simple que sí podemos hacer y que tendría una enorme repercusión en el devenir de las cosas: dejar de votar. Pero mucho me temo que el “populacho”, que ha sido programado para estar constantemente asustado, piensa que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer y jamás dejará de votar. Cree que es su derecho, y su ceguera no le permite ver que le están tomando el pelo. 

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