En el siglo XVII el filósofo alemán, Leibniz,
se preguntó por qué hay algo en lugar de nada. Es decir, se preguntó cuál es la
causa de que el universo exista y de dónde han salido todas esas galaxias,
estrellas, planetas y nosotros mismos.
Evidentemente, la respuesta en aquella época
fue muy sencilla: hay algo porque Dios lo creó y Dios se creó a sí mismo.
Asunto zanjado.
Según un principio metafísico,
ningún ente puede empezar a existir a partir de nada; o lo que
es lo mismo: nada surge de la nada (al menos es lo que decía el filósofo griego
Parménides). Por lo tanto, la existencia del universo solo puede explicarse de
dos maneras: o el universo existió siempre o bien tuvo un comienzo.
Ahora bien. Si tuvo un comienzo significa que
surgió de la nada. Evidentemente, esto contradice el principio de que nada
surge de la nada. Luego, si este principio es cierto, el universo existió
siempre; y si salió de la nada, el principio metafísico de que nada surge de la
nada es falso.
En las últimas décadas los avances científicos
han puesto en evidencia las creencias sobre nuestra propia existencia y la
posibilidad de que no estemos solos en el universo. A medida que la ciencia
avanza y el conocimiento de nuestro entorno más cercano del universo se hace
más patente, esa incógnita se va despejando, ya que, aunque no tenemos aún
evidencias de ello, las probabilidades de que exista vida extraterrestre cada
vez son mayores.
Durante los últimos 20 años los científicos
han utilizado imágenes del Telescopio Espacial, Hubble, para calcular que el universo
que podemos ver contiene alrededor de 100 mil a 200 mil millones de galaxias. Después
de estas observaciones, han estimado que solamente en nuestra galaxia puede
haber miles de millones de sistemas solares y que en el universo puede haber
más de 2 billones de galaxias con miles de millones de estrellas. Estas
estrellas, a su vez, albergan miles de millones de exoplanetas, y que tengan
unas condiciones similares a la Tierra parece que son incalculables.
Dicho esto, la posibilidad de que exista vida
en el universo, fuera de nuestro planeta Tierra, es prácticamente infinita. Y
de que esa vida sea inteligente, también, si bien no necesariamente tal y como
la concebimos nosotros.
Aunque no lo percibimos, la Tierra gira sobre
su eje a una velocidad de 1.670 km/h y alrededor del Sol a 107.208 km/h. El
Sistema Solar orbita, a su vez, alrededor del agujero negro que se encuentra en
el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, a 792.000 km/h. Y nuestra galaxia
navega a casi 2,3 millones de km/h a través del espacio. Si a la velocidad de
rotación y traslación de la Tierra le sumamos la velocidad del sistema solar y
la de la galaxia, obtenemos un número que ronda los 3 millones de km/h que, en
definitiva, es la velocidad a la que nos movemos nosotros. Sin embargo, no
percibimos nada de esto y nuestra sensación es de absoluto reposo.
Según la ciencia, nada supera la velocidad de la
luz y el tiempo -sabemos por la teoría de la relatividad de Einstein- no es el
mismo para diferentes velocidades. Así, nosotros nos movemos a 3 millones de km
por hora y nuestro tiempo es el que es, pero en un sistema planetario de otra
galaxia, moviéndose a otra velocidad mayor o menor que la nuestra, el tiempo será
diferente.
En definitiva. Dado lo complejo del universo
(algunos científicos afirman que somos parte de un multiverso) y de que en
nuestra corta vida el tiempo es oro, no sé qué hacemos desperdiciándolo.
En las sociedades modernas, toda nuestra corta
y malgastada existencia se reduce prácticamente a esto: esclavizarnos de por
vida a un trabajo, para conseguir un dinero que nos permita comprar un sinfín
de sandeces que no necesitamos. Eso es todo.
Esta manera de vivir está atrofiando
seriamente la inteligencia de la mayor parte de los seres humanos, amén de
contaminar el planeta y acabar rápidamente con los recursos que la madre
naturaleza ha tardado miles o millones de años en concebir.
Actualmente somos una civilización primitiva y
agresiva con tendencia a la autodestrucción. Uno de los mayores peligros ahora
mismo está en la superpoblación. Si no controlamos pronto la natalidad, nos
expandiremos como un virus acabando con todos los recursos del planeta antes de
lo previsto. Esto conducirá, inevitablemente, a un ritmo exponencial de la
desigualdad social, la contaminación ambiental y la proliferación de guerras,
hasta terminar autodestruyéndonos.
Pero este escenario apocalíptico no debería preocuparnos,
ya que nos encontramos aún en un proceso de inmadurez como especie inteligente,
y seguramente algún día esta forma primitiva de vivir será superada. Además, encontraremos
la solución a todo lo que hoy nos parecen problemas insalvables, evolucionando
hacia algo impensable hoy en día.
La ventaja que nos da nuestra inteligencia,
con respecto al resto de especies, es lo que condicionará nuestro futuro. Tarde
o temprano el ser humano evolucionará a un ser de inteligencia superior, de la
misma manera que el primer simio que caminó erguido dio paso a lo que somos
ahora.
Las guerras, propiedad privada, dinero,
políticos, lobbies, oligopolios y todo aquello que ahora nos parece inamovible
se acabará. Solo perdurará el conocimiento, la ciencia y la tecnología.
La mayoría de la población aún no es
consciente de que estamos siendo manipulados por máquinas. No tardando mucho
nosotros mismos nos convertiremos en máquinas –de momento electrónico-biológicas-
para pasar después a ser nada más que inteligencia, probablemente dentro de una
máquina.
¿Ciencia ficción o un futuro que nos aterra
por nuestra ignorancia además de nuestras absurdas e ingenuas creencias?
Dado que los recursos terminarán
desapareciendo, puesto que son limitados, y lo que es aún peor, que nuestro
sistema solar desaparecerá, la única manera de sobrevivir será colonizar otros
mundos. Pero para eso necesitaríamos viajar a velocidades próximas a la de la
luz, cosa que hoy por hoy es imposible.
Está claro que con los conocimientos que
tenemos hoy en día jamás alcanzaremos velocidades superiores a un 5-10% de la
velocidad de la luz, en el mejor de los supuestos. Pero si queremos colonizar
otros mundos o ser visitados por alienígenas, tanto unos como otros deberíamos
poder viajar a velocidades próximas a la de la luz. ¿Imposible? Yo creo que no.
Probablemente la respuesta sea muy sencilla, pero aún no la conocemos.
Si como afirma la mecánica cuántica un átomo
puede estar en dos sitios a la vez, ya tendríamos la respuesta, dado que nosotros
mismos estamos compuestos por átomos. Ahora sólo falta averiguar cómo hacerlo
realidad.
Por otra parte, la teoría de cuerdas (o teoría
del todo), que unifica la física cuántica y la relatividad, dice que son
necesarias al menos 7 dimensiones más para que esta teoría se cumpla. Entonces,
¿sería posible viajar a otros mundos cambiando “simplemente” de dimensión? De
momento, tampoco conocemos la respuesta.
La manera de concebir nuestra existencia es
algo que la filosofía lleva intentado explicar durante siglos sin conseguirlo.
Lo que es incuestionable, es que aunque hoy en día la ciencia aún no tiene la
respuesta, la tendrá. Además, no solo podrá explicar el cómo, sino también el por
qué. Y lo que es aún más fascinante: la ciencia logrará que colonicemos otros
mundos y ver si en realidad hay alguien ahí fuera.
Pensarás, y con razón, que todo esto nos viene
muy grande ahora mismo. Pero si hace tan solo 50 años alguien nos hubiera dicho
que íbamos a disponer de un aparato del tamaño de una cajetilla de cigarrillos,
llamado smartfhone, que nos permite hacer cosas increíbles con solo mover un
dedo no lo hubiéramos creído. Así que, con el paso del tiempo, todo se andará.
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