sábado, 15 de febrero de 2020

¿HAY ALGUIEN AHÍ FUERA?


En el siglo XVII el filósofo alemán, Leibniz, se preguntó por qué hay algo en lugar de nada. Es decir, se preguntó cuál es la causa de que el universo exista y de dónde han salido todas esas galaxias, estrellas, planetas y nosotros mismos.
Evidentemente, la respuesta en aquella época fue muy sencilla: hay algo porque Dios lo creó y Dios se creó a sí mismo. Asunto zanjado.
Según un principio metafísico, ningún ente puede empezar a existir a partir de nada; o lo que es lo mismo: nada surge de la nada (al menos es lo que decía el filósofo griego Parménides). Por lo tanto, la existencia del universo solo puede explicarse de dos maneras: o el universo existió siempre o bien tuvo un comienzo.
Ahora bien. Si tuvo un comienzo significa que surgió de la nada. Evidentemente, esto contradice el principio de que nada surge de la nada. Luego, si este principio es cierto, el universo existió siempre; y si salió de la nada, el principio metafísico de que nada surge de la nada es falso.
En las últimas décadas los avances científicos han puesto en evidencia las creencias sobre nuestra propia existencia y la posibilidad de que no estemos solos en el universo. A medida que la ciencia avanza y el conocimiento de nuestro entorno más cercano del universo se hace más patente, esa incógnita se va despejando, ya que, aunque no tenemos aún evidencias de ello, las probabilidades de que exista vida extraterrestre cada vez son mayores.
Durante los últimos 20 años los científicos han utilizado imágenes del Telescopio Espacial, Hubble, para calcular que el universo que podemos ver contiene alrededor de 100 mil a 200 mil millones de galaxias. Después de estas observaciones, han estimado que solamente en nuestra galaxia puede haber miles de millones de sistemas solares y que en el universo puede haber más de 2 billones de galaxias con miles de millones de estrellas. Estas estrellas, a su vez, albergan miles de millones de exoplanetas, y que tengan unas condiciones similares a la Tierra parece que son incalculables.
Dicho esto, la posibilidad de que exista vida en el universo, fuera de nuestro planeta Tierra, es prácticamente infinita. Y de que esa vida sea inteligente, también, si bien no necesariamente tal y como la concebimos nosotros.
Aunque no lo percibimos, la Tierra gira sobre su eje a una velocidad de 1.670 km/h y alrededor del Sol a 107.208 km/h. El Sistema Solar orbita, a su vez, alrededor del agujero negro que se encuentra en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, a 792.000 km/h. Y nuestra galaxia navega a casi 2,3 millones de km/h a través del espacio. Si a la velocidad de rotación y traslación de la Tierra le sumamos la velocidad del sistema solar y la de la galaxia, obtenemos un número que ronda los 3 millones de km/h que, en definitiva, es la velocidad a la que nos movemos nosotros. Sin embargo, no percibimos nada de esto y nuestra sensación es de absoluto reposo.
Según la ciencia, nada supera la velocidad de la luz y el tiempo -sabemos por la teoría de la relatividad de Einstein- no es el mismo para diferentes velocidades. Así, nosotros nos movemos a 3 millones de km por hora y nuestro tiempo es el que es, pero en un sistema planetario de otra galaxia, moviéndose a otra velocidad mayor o menor que la nuestra, el tiempo será diferente.
En definitiva. Dado lo complejo del universo (algunos científicos afirman que somos parte de un multiverso) y de que en nuestra corta vida el tiempo es oro, no sé qué hacemos desperdiciándolo.
En las sociedades modernas, toda nuestra corta y malgastada existencia se reduce prácticamente a esto: esclavizarnos de por vida a un trabajo, para conseguir un dinero que nos permita comprar un sinfín de sandeces que no necesitamos. Eso es todo.
Esta manera de vivir está atrofiando seriamente la inteligencia de la mayor parte de los seres humanos, amén de contaminar el planeta y acabar rápidamente con los recursos que la madre naturaleza ha tardado miles o millones de años en concebir.
Actualmente somos una civilización primitiva y agresiva con tendencia a la autodestrucción. Uno de los mayores peligros ahora mismo está en la superpoblación. Si no controlamos pronto la natalidad, nos expandiremos como un virus acabando con todos los recursos del planeta antes de lo previsto. Esto conducirá, inevitablemente, a un ritmo exponencial de la desigualdad social, la contaminación ambiental y la proliferación de guerras, hasta terminar autodestruyéndonos.
Pero este escenario apocalíptico no debería preocuparnos, ya que nos encontramos aún en un proceso de inmadurez como especie inteligente, y seguramente algún día esta forma primitiva de vivir será superada. Además, encontraremos la solución a todo lo que hoy nos parecen problemas insalvables, evolucionando hacia algo impensable hoy en día.
La ventaja que nos da nuestra inteligencia, con respecto al resto de especies, es lo que condicionará nuestro futuro. Tarde o temprano el ser humano evolucionará a un ser de inteligencia superior, de la misma manera que el primer simio que caminó erguido dio paso a lo que somos ahora.
Las guerras, propiedad privada, dinero, políticos, lobbies, oligopolios y todo aquello que ahora nos parece inamovible se acabará. Solo perdurará el conocimiento, la ciencia y la tecnología.
La mayoría de la población aún no es consciente de que estamos siendo manipulados por máquinas. No tardando mucho nosotros mismos nos convertiremos en máquinas –de momento electrónico-biológicas- para pasar después a ser nada más que inteligencia, probablemente dentro de una máquina.
¿Ciencia ficción o un futuro que nos aterra por nuestra ignorancia además de nuestras absurdas e ingenuas creencias?
Dado que los recursos terminarán desapareciendo, puesto que son limitados, y lo que es aún peor, que nuestro sistema solar desaparecerá, la única manera de sobrevivir será colonizar otros mundos. Pero para eso necesitaríamos viajar a velocidades próximas a la de la luz, cosa que hoy por hoy es imposible.
Está claro que con los conocimientos que tenemos hoy en día jamás alcanzaremos velocidades superiores a un 5-10% de la velocidad de la luz, en el mejor de los supuestos. Pero si queremos colonizar otros mundos o ser visitados por alienígenas, tanto unos como otros deberíamos poder viajar a velocidades próximas a la de la luz. ¿Imposible? Yo creo que no. Probablemente la respuesta sea muy sencilla, pero aún no la conocemos.
Si como afirma la mecánica cuántica un átomo puede estar en dos sitios a la vez, ya tendríamos la respuesta, dado que nosotros mismos estamos compuestos por átomos. Ahora sólo falta averiguar cómo hacerlo realidad.
Por otra parte, la teoría de cuerdas (o teoría del todo), que unifica la física cuántica y la relatividad, dice que son necesarias al menos 7 dimensiones más para que esta teoría se cumpla. Entonces, ¿sería posible viajar a otros mundos cambiando “simplemente” de dimensión? De momento, tampoco conocemos la respuesta.
La manera de concebir nuestra existencia es algo que la filosofía lleva intentado explicar durante siglos sin conseguirlo. Lo que es incuestionable, es que aunque hoy en día la ciencia aún no tiene la respuesta, la tendrá. Además, no solo podrá explicar el cómo, sino también el por qué. Y lo que es aún más fascinante: la ciencia logrará que colonicemos otros mundos y ver si en realidad hay alguien ahí fuera.
Pensarás, y con razón, que todo esto nos viene muy grande ahora mismo. Pero si hace tan solo 50 años alguien nos hubiera dicho que íbamos a disponer de un aparato del tamaño de una cajetilla de cigarrillos, llamado smartfhone, que nos permite hacer cosas increíbles con solo mover un dedo no lo hubiéramos creído. Así que, con el paso del tiempo, todo se andará.

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