La falsa pandemia fue médicamente una gran mentira, económicamente
trajo consigo la ruina de trabajadores y pequeñas y medianas empresas,
políticamente condujo a un despotismo desmesurado y socialmente transformo a las personas. Sin
embargo, llenó las arcas de las farmacéuticas, amplió el poder de los gobiernos
sobre sus gobernados y, por supuesto, se convirtió en un modelo de acción a
seguir para los fanáticos del “cambio climático”.
Los gobiernos de Occidente están promoviendo una “agenda verde” global
cuyo objetivo es “carbono cero” para el año 2050. Pero eliminar la energía proveniente
del petróleo, del gas o del carbón para cambiarla por la energía eólica y solar
es un disparate, y lo saben. Y es un disparate, porque la demanda de materias
primas -desde cobre, cobalto, litio,… hasta hormigón o acero- para generar esa
supuesta “energía verde”, supera la oferta mundial. También es un
despropósito, por el asombroso costo de las baterías necesarias para una red
eléctrica 100% renovable y confiable. Por
lo tanto, esa “agenda verde” lo único que hará es colapsar el sector primario,
secundario y terciario, conduciéndonos irremisiblemente a una pobreza
generalizada que, evidentemente, acarreará muertes masivas por hambre y
enfermedades.
Para que nos hagamos una idea, la construcción de un solo aerogenerador
precisa de 335 toneladas de acero, 1.500 toneladas de hormigón y 25 toneladas
de plástico no reciclable (estos datos pueden variar en función del tamaño del
aerogenerador). Los parques solares requieren aún más cemento, acero, vidrio y
metales. Además, conviene recordar que la eficiencia energética de la energía
eólica y solar es significativamente inferior a la convencional, ya que
dependen de que brille el Sol y sople el viento.
Por otra parte, tener sólo vehículos eléctricos sería a todas luces
inviable (esto también lo saben). Para un parque automovilístico mundial
aproximado de 1.400 millones de vehículos, fabricar una sola batería para cada
vehículo necesitaría aproximadamente del 50 % de las reservas mundiales de
níquel y el 45 % de las reservas mundiales de litio. Por supuesto, las reservas
actuales de cobalto tampoco son suficientes para satisfacer esa demanda. Si a
eso le sumamos que cada una de las 1.400 millones de baterías solo tendrá una
vida útil de entre 6 a 12 años, transcurrido este tiempo se requerirán nuevas
baterías de reemplazo, con el consiguiente impacto medioambiental que supondrá
el desecho de las baterías viejas. Por lo tanto, no creo que quieran que todos
tangamos coches eléctricos, sino más bien que no tengamos coches.
Uno de los fraudes más delirantes de las llamadas “energías verdes” es
decir que son limpias y sostenibles. Pues no, no son ni lo uno ni lo otro, ya
que acarrean unos costos ambientales involucrados en la fabricación de
gigantescas torres eólicas, paneles solares o baterías, a los que hay que sumar
los residuos que generan una vez alcanzada el final de su vida útil y la dependencia
de elementos que no son constantes como el Sol y el viento.
Por primera vez en la historia de la humanidad estamos cambiando deliberadamente
a una economía menos eficiente, desde el punto de vista energético. Si cualquiera
de nosotros -investigando y utilizando el sentido común- podemos llegar a la
conclusión de que esta “energía verde” es totalmente inviable para el modo de
vida actual, sólo cabría preguntar a los que están detrás de la locura de “carbono
cero” qué coños pretenden con esto. Evidentemente, podemos imaginar que son
conscientes de esta realidad, sólo que no les importa en absoluto, porque
su objetivo no tiene nada que ver con salvar el planeta, sino con reducir lo
máximo posible la población mundial. Sólo así esa “energía verde” sería
posible.
Los dueños del mundo están obsesionados con el crecimiento desmesurado
de la población mundial en los últimos 100 años. Ellos creen que hemos tocado
techo y pretenden reducir el número de habitantes del planeta sea como sea.
Pero la carga soportable de seres humanos en la Tierra es un tema
complejo y sujeto a debate entre los expertos en sostenibilidad. La carga
soportable se refiere a la cantidad máxima de población que el planeta puede
albergar de manera sostenible; es decir, sin agotar los recursos naturales ni
causar un daño irreversible al medioambiente.
Históricamente, la capacidad de carga del planeta ha aumentado con los
avances tecnológicos, que han permitido un mayor rendimiento agrícola y
ganadero, mejoras en la gestión de recursos y avances médicos que han acrecentado
la esperanza de vida. Pero a medida que la población sigue creciendo y se
intensifican los impactos ambientales, surge la preocupación de que haya un
punto en el que se supere la capacidad de carga sostenible de la Tierra. Y eso
es lo que la élite dominante quiere evitar a toda costa.
Sin embargo, se da la paradoja de que lo que predican para nosotros no
es lo mismo que se aplican para ellos, ya que no están dispuestos a renunciar a
su ostentoso nivel de vida, a sus lujosísimas mansiones, sus despampanantes yates
y sus rapidísimos jet privados con los que moverse a su antojo por el planeta,
donde la “energía verde” brilla por su ausencia.
Todos somos conscientes de que la sobrepoblación del planeta es un
problema. Pero, para abordarlo, es crucial trabajar hacia prácticas más
sostenibles reales, como el uso responsable de los recursos naturales, la
adopción de tecnologías limpias y el fomento de un estilo de vida muy distinto
al actual. Y, lo más importante, esto debe concernir a todos los habitantes del
planeta, sin excepción alguna.
Nuestro modelo de producción globalizado actual se basa en políticas
comerciales injustas y lujuriosas. Este modelo es el causante del agotamiento
acelerado de los recursos, del deterioro medioambiental, de la inmensa deuda
impagable y de la degradación de la sociedad.
Dicho esto, está claro que se necesita un cambio de paradigma. Pero ese
cambio nada tiene que ver con la absurda “agenda verde” que nos quiere imponer
la clase dominante globalista a base de mentiras, restricciones y exageraciones.
La supervivencia de los 8.000 millones de seres humanos que habitamos
el planeta ha sido posible gracias a la disposición de energía barata y
asequible con la que producir alimentos abundantes. Acabar con esto -objetivo
de los impulsores del “carbono cero”- tendrá como consecuencia la reducción
significativa de la producción de alimentos. Y sin alimentos se desatarán
hambrunas. Y las hambrunas matan a la gente. Este es el verdadero objetivo de
la engañosa “agenda verde”. Eso sí, la culpa se la echarán al “cambio
climático”.
Aclaremos ahora con datos, de una vez por todas, la chorrada del “cambio
climático antropogénico”.
La atmósfera está compuesta principalmente de nitrógeno (78,08%) y
oxígeno (20,95%). Estos dos gases suponen el 99,03% del volumen total. Junto a
éstos, existen otros gases en menor cantidad como el argón (0.93%) y el CO2,
o dióxido de carbono (0.04%). Ahora bien. Según los científicos estudiosos del
tema, el CO2 de la atmósfera producido por los seres humanos es un
3,6% del total de CO2; es decir, que la aportación real de CO2
del ser humano al total de gases de la atmósfera es de 0,00144%. (Puedes
consultar tú mismo en Wikipedia los gases que componen la atmósfera).
Y ahora te pregunto: ¿de verdad crees que con esa aportación somos
nosotros los causantes del “cambio climático”? ¡Alucinante! ¿Verdad? Bueno,
pues todavía hay gente que cree que los pájaros maman.
Si lo piensas, probablemente en toda la historia de la humanidad sólo
ha habido unos pocos genios que han sido los verdaderos impulsores del
desarrollo humano. El resto de nosotros, únicamente nos limitamos a repetir
unas “enseñanzas enlatadas” que hemos ido absorbiendo desde la más tierna
infancia.
Lo preocupante, es que esos hombres geniales, sin quererlo, han proporcionado a las élites globalistas un sinfín de herramientas de destrucción masiva, para llevar a cabo sus planes de despoblación y control absoluto de la humanidad. Y de eso va la nueva ocurrencia de la “energía verde”: mantener a toda costa los obscenos privilegios de unos pocos, que lo tienen todo, frente a la inmensa mayoría de parias, que no tienen nada y que, además, la tecnocracia ha degradado a la categoría de prescindibles. Y en eso están.
DONDE DICE...ya que no están dispuestos a renunciar a su ostentoso nivel de vida, a sus lujosísimas mansiones, sus despampanantes yates y sus rapidísimos jet privados con los que moverse a su antojo por el planeta...PARA SEGUR PRACTICANDO SUS NEFANDAS COSTUMBRES, podrías haber añadido.
ResponderEliminarSALUDOS