Una población asustada, ignorante e infantilizada es un blanco fácil
para convertirla en una población de seres anodinos.
Lo creas o no, vivimos en un mundo donde nuestra percepción de la
realidad es planificada meticulosamente para guiarnos en la dirección deseada. Desde
siempre, las sociedades han sido educadas en las ideas por unas élites
dominantes para su propio beneficio. Esto no ha cambiado en absoluto, lo único
que ha cambiado es la sofisticación de los medios para hacerlo.
Cualquiera que haya prestado atención en las últimas décadas, sabe que
se avecina un Gobierno Mundial para el control total de todos los aspectos de
la vida de cada persona en el planeta. Evidentemente, la menor duda que pudiera
quedar al respecto se disipó cuando se proclamó la falsa pandemia y el establishment comenzó
a decirlo abiertamente.
Las poblaciones occidentales están siendo ahora adoctrinadas en las nuevas
ideas y creencias necesarias para el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial.
A través de la ideología “woke”, el fundamentalista cambio climático o el pérfido
nuevo Tratado de Pandemias se está dando la vuelta a todos los valores y
principios en los que hasta ahora se asentaba nuestra sociedad.
Se trata de desestabilizar y desmoralizar a la población por todos los
medios posibles para, como he dicho antes, llevarla en la dirección deseada.
Vivir en grandes ciudades hostiles, ingerir alimentos basura, respirar
aire contaminado, soportar todo tipo de crisis artificiales, guerras
interminables y migraciones masivas forman parte del alarmismo constante para
generar en nosotros miedo, ansiedad y estrés. Y, claro está, una sociedad
totalmente deprimida no tiene defensa alguna y es capaz de llegar a actuar de
manera irracional y autodestructiva, tal y como lo hizo durante la falsa
pandemia (algunos todavía siguen actuando así).
La humanidad está siendo forzada a alejarse de todas las cosas que
hasta ahora han dado sentido a su vida. Para eso se está cambiando la educación
de los más jóvenes, la idea de familia o las relaciones humanas. De esto, entre
otras cosas, va el movimiento LGBTIQ+ y todo lo relacionado con esta nueva
ideología.
El movimiento LGBTIQ+ no es un movimiento de base; es decir, un
movimiento espontáneo salido del pueblo. Al contrario, viene impuesto de
arriba y, por supuesto, no tiene nada que ver con la libertad sexual o los
derechos civiles.
Se trata de una operación psicológica diabólica, orquestada por la
ingeniería social, cuyo objetivo es poner en entredicho lo más fundamental de
la identidad humana: la sexualidad. Esto, que a priori parece un juego inocente
y el sumun de libertad sexual, esconde un ataque directo a la base de nuestra
existencia: la procreación. Porque no creo yo que haya sido el “populacho”
quien ahora se ha dado cuenta de que existían hasta 37 orientaciones sexuales diferentes,
las cuales muchas desconocía: Heterosexual, Homosexual, Bisexual, Asexual,
Androginosexual, Antrosexual, Autosexual, Bicurioso/s-a/as o Biflexible/s, Demisexuales,
Ginosexual, Grisexual, Lithsexual, Monosexual, Omnisexual, Pansexual, Poliamoroso/s-a/as,
Polisexual, Pornosexual, Sapiosexual, Skoliosexual, Transeróticos-as, Género
binario, No binario, Agénero, Bigénero, Pangénero, Género fluido, Trigénero,
Cisgénero, Intergénero, Poligénero/Multigénero, Intersexual, Transgénero,
Transexual, Neutrois, Berdache y Dos espíritus. ¡Uff! Es agotador sólo
enumerarlas
¿De verdad alguien se puede creer que esto ha salido espontáneamente
del “populacho”? Y lo que es más alucinante, ¿alguien cree que se ha dado
cuenta todo el mundo al mismo tiempo y utilizando los mismos vocablos? ¡Venga
ya! Un poquito de seriedad, que somos imbéciles pero no tanto.
Esta misma operación psicológica se utilizó durante la falsa pandemia,
cuando nuestros líderes mundiales -que se pasan la vida peleándose entre sí sin
ponerse de acuerdo- de repente se sincronizaron y remaron todos en la misma
dirección. Esto demuestra claramente que siguieron consignas. Por lo tanto, todos
forman parte del plan de eso que se ha dado en llamar “nueva normalidad”.
No hay más que ver el recién nombrado Gobierno de España para darse
cuenta de que esto va en serio y es ya una realidad que está cambiando el mundo
de arriba abajo.
En España, como en otros países, se han creado nuevos ministerios -o
añadido ciertas áreas a algunos de los ministerios existentes- que van en esta
nueva dirección. Me refiero a ministerios tales como el Ministerio de
Transición Ecológica y Reto Demográfico, el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática; el
Ministerio de Transformación Digital,
el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, el Ministerio de Infancia y
Juventud, el Ministerio de Igualdad o el
Ministerio de Derechos Sociales,
Consumo y Agenda 2030.
¿Qué pasa? ¿Es que necesitamos crear un ministerio para cada palabra
del diccionario? Porque, vamos a ver. ¿Me podría explicar alguien con qué fin
se ha creado el Ministerio de Infancia y Juventud? ¿Y qué decir del Ministerio
de Memoria Democrática? ¿Es que necesitamos un ministerio para tener memoria? Eso
por no hablar de todos esos que siguen negando que nuestro Gobierno esté
aplicando el rodillo de la Agenda 2030; ¿cómo pueden seguir negándolo cuando se
ha añadido a un ministerio?
Pero el más peligroso de todos es el Ministerio de Transformación
Digital. La sociedad ha sido abducida por lo digital a través de un
insignificante aparatito llamado teléfono inteligente. Esta maquinita nos ha
convertido en verdaderos zombis. Nos alimenta sin parar con sandeces y estupideces,
introduciendo en nuestras mentes todo tipo de ideas absurdas, peligrosas y
mentiras descomunales. Tal es así, que nos hemos creído que la pobreza, las hambrunas
o la deficiencia energética son consecuencia de las interminables crisis que
padecemos. Sin embargo, nada de eso es cierto, ya que todas las falsas e interminables
crisis financieras, sanitarias, energéticas, climáticas o geopolíticas han sido
perpetradas por instituciones tecnócratas supranacionales para promover el
caos. Ha sido de esta manera cómo se han autoerigido en “salvadoras de la
humanidad” y están ejerciendo, de facto, de Gobierno Mundial.
Los nombres de estas instituciones supranacionales
son: la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Panel Intergubernamental del Cambio Climático
(IPCC), el Foro Económico Mundial (FEM) y el Banco de Pagos Internacionales (BPI).
Detrás, como no podía ser de otra manera, está la Organización de Naciones
Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la
Comisión Europea (CE). Por consiguiente, la llegada de un futuro Gobierno Mundial no es una
amenaza que se cierna sobre nuestras cabezas. Está aquí, ahora y funcionando.
De hecho, no actúa en la sombra, lo hace con luz y taquígrafos. Pero no
es un gobierno al uso, sino, llamémoslos así, un “panel internacional de
expertos” designados por la ONU.
Este Gobierno Mundial es el que está provocando la destrucción
deliberada de la economía y la desaparición de la clase media en Occidente. Pero
sobretodo tiene una prioridad: la reducción inmediata de la población mundial.
En un documento (ver AQUÍ) de la audiencia
pública de Naciones Unidas, celebrada el 22 de septiembre de 1991 en Iowa,
sobre medio ambiente y desarrollo, se señaló la urgente necesidad de reducir la
población mundial. En el documento se dice textualmente: “La enorme
superpoblación actual, que ahora está muy por encima de la capacidad de carga
de la Tierra, no puede acometerse únicamente con reducciones futuras en la tasa
de natalidad a través de la anticoncepción, la esterilización y el aborto, sino
que debe afrontarse en el presente mediante la reducción de las cifras
actualmente existentes. Esto debe hacerse por cualquier medio necesario”.
Cualquiera que tenga un mínimo de interés, y relacione este documento
con lo sucedido en el año 2020 y el informe Deagel (un
informe con la previsión de la disminución de la población de cada país para el
2025), fácilmente llegará a la
conclusión -creo que, por desgracia, sin temor a equivocarse- de que verdaderamente
existe un plan orquestado para reducir la población mundial.
Si hablas con cualquier persona -gente corriente que trabaja- puede que
no sepa quién es el Consejo de Relaciones Exteriores, el Club Bilderberg, el
IPCC o el FEM. Sin embargo, sí es consciente de que le están engañando. Ve que
la vida es cada vez más difícil, que una pareja con dos sueldos no llega a fin
de mes, que el precio de los alimentos está por las nubes y sabe que esto no es
normal. En definitiva, es cada vez más consciente de que nos están engañando,
saqueando y, naturalmente, ocultando algo.
Y ahora la pregunta del millón. Si verdaderamente somos conscientes del engaño, ¿estamos dispuestos a hacer algo más que quejarnos para derrocar a este Gobierno Mundial que nadie ha elegido?
Se puede decir más alto, pero nunca más claro. Putos globalistas de mierda. A los que nos conocemos estas sucias artimañas se nos cataloga de... sí, la terrible ultraderecha. Los enemigos del pueblo y de la democracia. Esto viene del Manual del marxista para niños, donde el globalismo ha encontrado su relleno ideológico. Tal para cual. Pues conmigo no podréis hgp.
ResponderEliminarRecientemente en uno de los escasos actos presenciales con tema social que se programan en ciudades no muy grandes , un asistente vino a decir que estamos asistiendo a UN GENOCIDIO PROGRAMADO... y hubo unos murmullos mas de resignación que de rechazo a tamaña aseveración ... los moderadores se encargaron de "centrar" el debate en lo politicamente correcto... hay esperanzas .
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