El poder que
tienen actualmente los medios de comunicación es asombroso. Cada día que pasa,
es alucinante ver como se logra imponer cualquier pensamiento en la sociedad en
periodos cada vez más cortos de tiempo. Basta unas pocas horas difundiendo la
misma noticia, repetidamente, en televisión y el “populacho” la incorpora a su
paquete de creencias sin siquiera cuestionarse y sopesar los argumentos que se
esgrimen: así ha sido durante la falsa pandemia y así está siendo con la guerra
de Ucrania.
La estrategia
utilizada para introducir en la mente de las personas una narrativa única, está
en simplificar al máximo la causa de cada problema. Así, por ejemplo, tenemos
que –según ellos- el supuesto problema del cambio climático se reduce a que es
antropogénico; que la discriminación de la mujer se debe al machismo; que la
causa de la enfermedad Covid-19 es un virus llamado Sars-Cov2 y que la culpa de la guerra en Ucrania es
exclusivamente de Putin. Y ya está. Así de simple, para que todo el mundo lo
entienda y no le quepa la menor duda.
El control de la
mente de las personas a día de hoy es una realidad. Ahora ya no puedes pensar
por ti mismo, sino que tienes la obligación de aceptar el relato oficial, sin
cuestionarte nada, pues de lo contrario serás etiquetado como negacioncita.
En el mundo
moderno de hoy, la comodidad, la diversión y el dinero se han convertido en los
nuevos valores que rigen nuestra sociedad. Valores tradicionales como la
familia, la amistad, la lealtad, la sinceridad, la honradez, el compromiso o el
honor están en desuso o son ninguneados por esta lacra que padecemos de
progresismo. Y no digamos si un hombre alardea de su masculinidad o una mujer
de su feminidad, serán catalogados como carcamales del Pleistoceno.
Nos están
llevando hacia un mundo totalitario con nuestra más estrecha colaboración. Cada
día que pasa, nuevas leyes y normas restringen nuestras libertades y derechos
fundamentales sin que pongamos la más mínima objeción. A lo más que llegamos es
a una pequeña protesta verbal, eso sí, solo en nuestro entorno más cercano
(léase familia, amigos de confianza…, etc.), y la mayoría de la veces ni a eso.
Si la falsa
pandemia sirvió para conseguir una sumisión vergonzosa de la población y la guerra
de Ucrania para terminar de dar la puntilla a la economía, el cambio climático será
el catalizador para la implantación definitiva del Nuevo Orden Mundial.
Durante los días
15 y 16 de marzo de 2022, se dio un “fenómeno atmosférico” (o de geoingeniería
–no lo sabemos-) en la Península Ibérica: una espectacular espesa calima
procedente del Sáhara nunca antes vista.
Inmediatamente,
todas las televisiones, al unísono, se pusieron a recomendar, entre otras
cosas, no salir de casa y el uso imprescindible de mascarilla. También nos
bombardearon constantemente con los datos de la mala calidad del aire y del
peligro inminente que eso supondría para nuestra salud, con la posibilidad,
incluso, de ocasionar la muerte a ciertas personas de alto riesgo. ¡Ah! Y, por
supuesto, le echaron la culpa al cambio climático.
Y digo yo. Si
respirar dos días polvo procedente del Sáhara puede llegar a matarnos, ¿cómo
han podido sobrevivir durante siglos los tuaregs?
La gente, a raíz
del Covid-19 y la Guerra de Ucrania, ya está acostumbrada a estar
constantemente aterrorizada y a cumplir escrupulosamente con el ritual que toca
en cada momento.
Está claro que la
amenaza de un virus no se puede mantener por tiempo indefinido, pero el cambio
climático sí. Y eso es lo que toca ahora.
Al igual que el
pasaporte sanitario es el pretexto para digitalizar nuestra vida, el cambio
climático será la excusa perfecta para implementar una huella personal de
carbono, con el único objetivo de ir abandonando nuestro actual estilo de vida.
¿Qué quiere decir
esto? Pues que tendremos una especie de carnet por puntos, adaptado a la
emisión de carbono que generemos en cada momento. Y como, según su ciencia (la
de ellos), los humanos somos los únicos causantes del cambio climático, nos
aplicarán todo tipo de estúpidas normas y restricciones que, esta vez sí, serán
de por vida.
¿Te has parado a
pensar en ello? Por si no lo has hecho, te lo explico.
Un día
cualquiera de tu rutinaria vida te
levantas de la cama, enciendes la luz, pones la radio o la televisión, te
preparas el desayuno y te duchas. En este proceso has consumido energía, generando
dióxido de carbono (CO2), que restará puntos en tu carnet
de huella de carbono. Luego coges el autobús o cualquier otro medio de
transporte para ir al trabajo, donde utilizas un ordenador y calefacción o aire
acondicionado que también te restará puntos. Después vas a comer, y como cada
alimento tiene su propia huella de carbono (comer un filete puede restar tres
veces más puntos que comer unas acelgas), sigues restando puntos. Y así con
todas las acciones que realizas durante las 24 horas del día.
Como dispondrás
de un crédito, determinado por los “expertos”, en función de tu aportación a la
sociedad, ¿qué pasa si te excedes? Pues que tendrás restricciones. Así, por
ejemplo, si has hecho un largo viaje en avión, ese mes no podrás comer carne o
tendrás cualquiera otra prohibición que ellos determinen.
Te parece algo
surrealista, ¿verdad? Pues no debería extrañarte, ya que la gente también pensó,
en su momento, que era surrealista vacunar a toda la población mundial e
implantar un pasaporte de vacunas, y mira dónde estamos.
Huella de carbono,
más pasaporte de vacunas, más desaparición del dinero en efectivo y la implantación
de una moneda digital centralizada, serán las herramientas para introducir un sistema
global de control digital para toda la población que nos esclavizará hasta
unos niveles inimaginables. Evidentemente, esto solo se producirá cuando todos nuestros
datos médicos, biométricos, financieros, monetarios, hábitos de consumo, huella
de carbono y todo lo que sea susceptible de ser digitalizado formen parte de una
base de datos única que, por si no te has dado cuenta, se está llevando a cabo
con nuestra más estrecha colaboración.
Pues nada, a seguir en esa estúpida y falsa “zona de confort” mirando hacia otro lado como si con nosotros no fuera la cosa.
Se te oye alto y claro, y se difunDe tu concepción de la PLANDEMIA.
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