El espectáculo
dantesco al que hemos asistido durante los dos últimos años ha sido demoledor.
Aguantar las 24 horas del día un maltrato psicológico, por parte de los medios
de comunicación, ha conducido a muchos a aislarse de su entorno social más
cercano y a cambiar por completo su forma de vida.
Ahora estamos
viendo que los medios de comunicación han abandonado el bombardeo constante de
la falsa pandemia. Incluso el Gobierno -con una IA de 426 casos por cada 100
mil habitantes- ha decidido eliminar la obligatoriedad de los aislamientos para
las personas con Covid “asintomáticas” o que presenten enfermedad “leve”. Es
decir, que si estás enfermo “leve” de Covid ya puedes hacer tu “vida normal”,
pero si estás sano y no tienes un pasaporte Covid no podrás viajar ni visitar a
un familiar en un hospital de Galicia. ¡Alucinante! Conviene recordar que
durante las restricciones más duras la IA era de 125 casos por cada 100 mil
habitantes.
Este nuevo
escenario está haciendo creer ingenuamente a la gente que esto se ha acabado.
Pero no, no se ha acabado. Todavía faltan algunos episodios más como son el
hundimiento de la economía, una posible guerra a gran escala, la farsa del
cambio climático antropogénico (antes llamado calentamiento global), un apagón
cibernético y probablemente algo más que todavía no nos han anunciado.
Que nuestros
políticos hayan cambiado la pandemia por la guerra no es más que parte del
guión, porque es lo que toca ahora para justificar la inflación y el desastre
económico. ¿Y cuál ha sido nuestra reacción? Pues la misma que cuando nos
encerraron por primera vez: tragar, tragar y volver a tragar.
No seamos
ingenuos. Todo es un gran complot, y, por supuesto, la guerra de Ucrania forma
parte de ese complot, como también lo forma el cierre del puerto de Shanghái.
Si Putin y Xi Jinping se comprometieron a acelerar la aplicación de la Agenda
2030, mediante las “vacunas”, el control de epidemias, el cambio climático y el
desarrollo sostenible, está claro que también forman parte de la Cuarta
Revolución Industrial del Foro Económico Mundial.
Mientras sigamos
sin reconocer que este es un proyecto de ingeniería social, y no un burdo
cúmulo de casualidades, su perversa agenda seguirá avanzando. Lo que están
haciendo, muy sutilmente, es aprovechar la necedad humana para
conducir a la gente por su propia voluntad hacia un mundo orwelliano.
No es cuestión de
insultar a nadie, pero, ¿cuántos necios crees que hay a tu alrededor? Como
personas adoctrinadas que somos es muy probable que subestimemos la cantidad. ¿Por
qué digo esto? Pues porque hacemos la falsa suposición de que las personas
son inteligentes en función de su trabajo, su nivel de educación, su apariencia
o sus logros económicos. Pero no es así.
Veamos la definición
de “necio” según la RAE: “Persona que
insiste en los propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocadas,
demostrando con ello poca inteligencia”. Léase, por ejemplo, seguir votando
(comentario del autor).
Verdaderamente
nadie sabe a ciencia cierta cuántos necios hay. Pero si de algo nos ha servido
la experiencia vivida en estos dos últimos años es que hemos podido comprobar
que son legión. A partir del día 20 de
abril de 2022 en España ya no será obligatorio llevar una mascarilla en
interiores. ¿Crees que vas a ver los supermercados, los cines o teatros sin
mascarillas? Ni lo sueñes. Bueno, pues puedes ir contando bozales y tendrás una
idea de la cantidad de necios por km2.
La necedad es una
constante en cualquier sociedad, ya que la misma sociedad se encarga de que así
sea. El porcentaje de gente necia no va en función de si se es analfabeto,
universitario, rico o pobre: se puede ser ingeniero, abogado o camarero y ser
igualmente necio. Tal es así, que en todas las instituciones, incluidas la OMS,
la OTAN y la ONU, hay gente necia, y no digamos en los gobiernos, parlamentos y
partidos políticos.
Ser necio sería
anecdótico si no fuera por la importancia que tiene a la hora de conformar una
sociedad anclada en lo que llamamos democracia. Esto lo saben muy bien los “tíos
listos” que, aunque son una insignificante minoría, manejan a la perfección a toda
esa masa de necios. Y si no, que alguien me explique cómo ha podido Macron
ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, después de
someter a semejantes humillaciones a su propio pueblo.
Pero uno no nace necio.
Entonces, ¿de dónde salen?
Veamos, a
continuación, los resultados de un estudio realizado por científicos de La NASA,
donde se demostró que los humanos nacemos con un talento natural de creatividad
e inteligencia innata, que se va perdiendo una vez ingresamos en el sistema
educativo.
Los científicos
aplicaron una prueba, que analizaba la capacidad de generar ideas nuevas e
innovadoras para los problemas, a 1.600 niños de entre 4 y 5 años. Lo que
encontraron les sorprendió: un 98% tenían esa capacidad. Quedaron tan asombrados
que decidieron seguir con el estudio y evaluaron a los niños nuevamente a los
10 años. ¿Y cuál fue el resultado? Que solo el 30% de los niños conservaba
esa capacidad. Cuando los niños fueron evaluados a los 15 años la cifra se
había reducido al 12%, y cuando llegaron a adultos su creatividad se desplomó hasta
el 2%.
Esto demuestra
que todos nacemos inteligentes y es el sistema educativo el que acaba por
doblegarnos hacia la mediocridad y necedad, salvo raras excepciones.
Conclusión.
Una sociedad solo
prosperará adecuadamente cuando tenga la capacidad de producir ciudadanos
inteligentes que actúen en interés de toda la comunidad. De lo contrario, quedará
a merced de esa masa ingente de necios que sistemáticamente es manipulada
por los “tíos listos”, dejándose arrebatar sus derechos más fundamentales, su
riqueza y hasta su propia vida como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la
historia.
Piénsalo. Una sociedad inteligente nunca habría aceptado las infames restricciones, los encierros, el uso obligatorio de mascarillas, la tortura de los niños en los centros educacionales, unas “vacunas” experimentales de las que nadie se hace responsable, los pasaportes Covid y un sinfín de despropósitos a cual mayor. Y, por supuesto, no confiaría en políticos, medios de comunicación y autoridades sanitarias que promovieran tales aberraciones. Sin embargo, estamos viendo todo lo contrario. Entonces, pregúntate. Con este grado de necedad, ¿qué futuro crees que nos espera?
Barajar la Incidencia Acumulada como dato fiable es hacerles el juego, creo.
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