Si eres un
poquito despierto te habrás dado cuenta de que hay algo que no funciona ahí
fuera.
Desde hace un año
y medio millones de personas se están empobreciendo a pasos agigantados. Por si
aún no te has percatado, estamos inmersos en la “madre de todas las crisis”;
eso sí, provocada, obviamente. Si todavía no te ha afectado no es porque no
exista, sino porque aún no te ha llegado, pero no te quepa la menor duda de que
tarde o temprano te afectará.
Vivimos en un
mundo distópico donde nada es lo que parece. A todos nos han hecho creer que
vivimos en una sociedad con un mercado libre de acuerdo a las normas de la competencia,
pero nada más lejos de la realidad.
Un manojo de
grandes grupos de inversión dominan todos los aspectos de nuestras vidas. Puede
parecer exagerado, pero no lo es. Desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos, todos los servicios que utilizamos y las cosas que consumimos
dependen en gran medida de esos grandes grupos.
Estoy hablando,
evidentemente, de los grandes fondos de inversión que determinan el curso del
dinero. Estos mastodónticos grupos son los verdaderos protagonistas de todo lo
que sucede en el planeta.
Si nos fijamos en
cualquier multinacional como, por ejemplo, Coca-Cola, veremos que todas
aquellas otras grandes compañías del sector, que en teoría compiten entre sí, proceden
de unas pocas fábricas que monopolizan el sector.
La industria de
la alimentación está llena de marcas que se agrupan en otras marcas más
grandes, que a su vez se vuelven a agrupar en otras aún mayores. Estas últimas
son las que cotizan en bolsa. Y aquí es donde entran en juego los grandes
inversores, ya que, como no podría ser de otra manera, son los que se sientan
en sus consejos de administración.
En Internet tenemos
un montón de páginas web sobre finanzas donde podemos consultar y ver
información detallada de quiénes son esos inversores. Da igual la gran
corporación que consultemos, pues veremos que los mayores accionistas son
siempre los mismos: BlackRock, Vanguard Group, State Street, Bank of America,
JP Morgan Chase, Morgan Stanley, Berkshire Hathaway,….
Estos nombres no
solo están presentes en la industria alimentaria, sino que se repiten en todas
partes: en las grandes empresas tecnológicas, en las grandes cadenas de ocio e
información, en la industria energética, en la aeronáutica, en la textil, en la
automovilística, armamentística, en la banca y, por supuesto, en la industria farmacéutica.
Todos estos
grupos de inversión juntos forman una inmensa red, a modo de pirámide
escalonada, donde los inversores más pequeños están en manos de los mayores y
estos a su vez están en manos de otros superiores. Y en la cúspide de la
pirámide aparecen los tres nombres más importantes: BlackRock, Vanguard Group y
State Street, llamados comúnmente “The
Big Three”.
El poder de estas
tres sociedades supera con creces todo lo que podamos imaginar. No solo poseen
una gran parte de las acciones de las grandes corporaciones, sino que poseen
también las acciones de los inversores de dichas corporaciones. Lo que
significa que son los que controlan el “juego del Monopoly” en que han
convertido el planeta.
Evidentemente, detrás
de esos grandes fondos de inversión hay personas. Esas personas pertenecen a
las mismas familias que llevan ejerciendo el poder en la sombra durante siglos.
Pero con el “despertar” de cierta parte, no tan ignorante, de la población, todas
esas familias poderosas se han visto en la necesidad de esconderse detrás de
fundaciones filantrópicas, que no son otra cosa que el nexo de unión entre las
empresas, los gobiernos y los medios de comunicación. Y así es cómo hacen sus
chanchullos y esconden los conflictos de intereses.
Las fundaciones
sin ánimo de lucro son independientes de las naciones. No están obligadas a
publicar los nombres de sus donantes y pueden invertir su dinero de la forma
que quieran y donde quieran. ¡Ah! Y, por supuesto, no pagan impuestos siempre
que “inviertan” en nuevos proyectos.
Las cuatro
fundaciones más importantes que conectan toda la industria mundial son: la Fundación
Bill y Melinda Gates, la Fundación Open Society de Soros y la Fundación Rockefeller
y la Fundación Clinton.
Veamos el inmenso
poder de estas cuatro fundaciones.
Según la web del
Foro Económico Mundial, la Fundación Bill y Melinda Gates es la que aporta
mayor financiación a la OMS, convirtiéndose en la fundación más influyente en
lo que se refiere a nuestra salud. Esta fundación trabaja codo con codo con los
laboratorios de Pficer, Astra Zeneca, J&J, etc., de rabiosa actualidad en
este momento por las razones que todos conocemos.
Bill Gates fue el
fundador de Microsoft, compañía con la que se hizo inmensamente rico. ¿Y sabes
quiénes son los mayores accionistas de Microsoft? Pues sí, ¡acertaste!:
Vanguard Group, BlackRock y Berkshire Hathaway.
Y lo mismo sucede
con las otras tres fundaciones. Todos ellos forman parte del mismo entramado y
son los responsables de la situación actual.
¿Y qué pasa con
los medios de comunicación? Pues más de lo mismo.
El 90% de los
medios de comunicación están en manos de un conglomerado de grupos mediáticos.
Amazon, Netflix, Warner, Disney, Broadcast, Fox, Warner Bros, Viacom CBS,
controlan el “ocio audiovisual” (documentales y películas) y los medios que
difunden la información. Pues bien. Si miramos en el accionariado de estas
empresas veremos que los mayores accionistas siguen siendo los mismos de
siempre: Vanguard Group, BlackRock, State Street,…
Para corroborar
que esto es real, solo tienes que mirar el informe de Oxfan Bloomberg, en el
que dice que el 1% de la población mundial tiene más riqueza que el 99%
restante. Y lo que es aún más grave: que el 85% de las ganancias, en 2017, fueron
a parar a ese 1%.
Bueno, pues aquí lo tenemos. Si estos grupos controlan toda la industria, los medios de comunicación y los gobiernos, dado que los tienen en sus manos bajo el yugo de la deuda, en el mundo nadie mueve un solo dedo sin su consentimiento. Por lo tanto, todo lo que está sucediendo, incluido el experimento génico al que están sometiendo a toda la población mundial, no es cosa del azar. ¡Capisci!
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