Este artículo no es mío. Es un artículo de el
diario ABC (nada sospechoso de ser conspiranoico), que se publicó el
domingo 15 de agosto de 2020, justo el mismo día que se convocó la manifestación
de la Plaza de Colón, en Madrid, para defender nuestros derechos y libertades.
Lo hago público en mi blog, porque no lo podrás
leer en el ABC a no ser que estés suscrito. Léelo detenidamente, ya que aclara
algunas cosas.
Excepto los muertos, todo es mentira en esta pandemia
Soy consciente que la tendencia general es
endosar a Gobierno y comunidades autónomas ocultamiento, por subestimación, del
verdadero número de fallecidos por Covid-19. No comparto totalmente este
enfoque y, por el contrario, considero que las defunciones por Covid-19,
incluso en infectados “confirmados” (30% de falsos positivos posibles, Sin Hang
Lee, “Journal of Geriatrics and Rehabilitation”, 17/07/2020), son menos que las
oficiales. Si cabe, esto es aún más grave al apuntar a muertes en exceso de
personas no infectadas, fragilizadas y desatendidas. La mayoría de exceso de
muertes (respecto a la media de defunciones del mismo periodo de los últimos
años) se debe a otras causas.
En primer lugar, el «syndrome de
glissement-abandon» (dejarse ir) o muerte «psychogène» (Jean Carrié, 1952) en
personas mayores que durante la epidemia se sintieron, con razón o sin ella,
traumáticamente abandonas a domicilio, hospital o residencias (fallecen en tres
semanas); en segundo lugar, el terror a infectarse en el hospital de personas
con patologías graves, para todos los efectos huidas, que al no recibir
seguimiento, intervención ni atención urgente fallecieron (y las que
fallecerán).
Así las cosas, del Informe n°36 del Centro
Nacional de Epidemiología (CNE), “Situación De Covid-19. Casos diagnosticados a
partir 10 de mayo” obtenemos conclusiones demoledoras relativas a la estrategia
y directrices de política sanitaria impuestas por el Gobierno y CC.AA. en aras
de minimizar el número de muertos causados por la epidemia en curso. Se trata
de una encuesta epidemiológica de casos confirmados. Abstracción hecha de
falsos positivos, los casos reales, de haberse hecho más test, serían a buen seguro
el doble lo cual haría caer mecánica e imparablemente la tasa de letalidad al
0,3%-0,4%.
En la Tabla 4 del susodicho informe
(distribución por grupos de edad) confeccionada por el Instituto de Salud
Carlos III (ISCIII) con los casos de Covid-19 por nivel de gravedad notificados
a Renave con inicio de síntomas y diagnóstico posterior al 10/05/2020
(23/07/2020, fecha de la extracción de datos) se observa que hubo en total 228
defunciones por 35.482 infectados. Obtenemos una tasa de letalidad de 0,6% (228/35.482=0.006=0,6%).
Esta tasa discrepa incontestablemente de la que se obtendría para la población
general con el número de fallecidos (casi 45.000 confirmados y sospechosos) por
Covid-19 estimados por nuestros colegas de «El País» (26/07). EP, Johns Hopkins
University, INE, SCIII, deben revisar sus cifras, al copiarse entre sí
repercuten los errores. Hay que orientarse siempre por la tasa de letalidad. La
pertinente es la aquí calculada (por exceso).
Un primer estudio (26/04) de cuatro
investigadores universitarios estimó la tasa de letalidad española en 3,1%
contabilizando aproximadamente 38.000 fallecidos en cálculo deslizante. El
Ministerio de Sanidad, en el momento de la publicación de la insostenible
investigación, proponía 23.822 muertos (28/04). La discrepancia provenía de
considerar fallecidos por Covid-19 prácticamente todas las muertes en exceso a
partir de los informes del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria
(MoMo) elaborados por el ISCIII. Los cálculos eran tan chocantes que con 32
infectados obtenían un fallecido. El estudio nacional de seroprevalencia
llevado posteriormente a buen término por el ISCIII es más solvente pero
también adolece de graves limitaciones a pesar de haber sido publicado por «The
Lancet» (6/07/2020).
Los autores del estudio lo reconocen
elegantemente. La tasa de letalidad que obtienen sigue siendo excesivamente
elevada (1,14%). Sin embargo, al haber confirmado el estudio del ISCIII la
elevada seroprevalencia del personal sanitario disponían de todos los elementos
para una estimación robusta. Es cierto que un muestreo aleatorizado,
representativo de la población española, debe tener en cuenta criterios de
sexo, edad, categoría socioprofesional, región, renta, talla de la
aglomeración, etc. Estos criterios no los cumple en su totalidad el colectivo
de sanitarios pero se pueden aproximar bastante bien. Con cifras oficiales, la
tasa de letalidad entre profesionales sanitarios (52.500 infectados hasta el 25
de junio) puede estimarse en el 0,13% para un rango de edad entre más de 20 y menos
de 70 años. Si ponderamos con la tasa de letalidad para la población entre 0 y
20 años obtenemos aproximadamente una tasa de letalidad de 0,11% en el rango
0-70 años. Finalmente, teniendo en cuenta la tasa de letalidad de mayores de 70
años obtenemos una estimación global de 0,5%-0,6%, en consonancia con la que se
desprende del informe del CNE arriba referenciado.
Viene ahora lo más inquietante. En la
susodicha Tabla 4 se observa que solamente en los rangos 70-79 años y más de 80
se constatan más defunciones que estancias en la UCI. En los de más de 80 años
el dato es aterrador: de 781 pacientes hospitalizados solo 20 pasaron por la
UCI pero se registran 150 fallecidos. Con una prognosis correcta, dada la
sintomatología tan brutal en fase severa (neumonías específicas y «tormentas de
citocinas») es dudoso que los 130 pacientes hospitalizados, de más de 80 años,
que fallecieron sin pasar por la UCI muriesen por el Covid-19. Habida cuenta
que se los reportó infectados se les asignó esa causa de muerte. Además, una
cosa es haber sido infectado por el Sars-CoV-2 y otra, bien distinta, morir de
ello. Uno puede padecer cáncer y fallecer de un ataque al corazón o una
peritonitis sobre todo si ha sobrepasado la esperanza de vida teórica. Entonces
¿de qué fallecieron? Fallecieron del “syndrome de glissement-abandon”: no es el
virus el que mata sino la situación resentida. La tristeza, la pena, el
desamparo que invade a los mayores en el hospital (o residencias o a domicilio)
les resulta fatal, no el virus (o no siempre).
En síntesis, tomando en cuenta falsos
positivos, tasa de letalidad discrepante con exceso de muertes por el Covid-19
(confirmadas y sospechosas), muertos por distintas dolencias que en vida,
aterrorizados, no acudieron al hospital para no infectarse y fallecidos por
“syndrome de glissement-abandon” estimo entre 20.000-24.000 los fallecidos
directamente por Covid-19. Siguen siendo muchos, ciertamente, pero no son menos
los no infectados que no supimos salvar.
Juan José R. Calaza
(Fuente: https://www.abc.es/)
Esto de "tirar con polvora ajena", por un lado bien ; pero no deja de ser un recurso cómodo...se prefiere tus razonamientos de articulos habituales.no pares ¡¡sigue!!.
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