Que el mundo va a cambiar después de esta
crisis nadie lo duda.
Como en toda crisis que se precie, las
oportunidades económicas se van a producir y, evidentemente, los especuladores
sacarán tajada de ello.
Los “tíos listos” ya están preparados en los
tacos de salida para hacerse con las gangas que van a poder adquirir a precio
de saldo.
Por otra parte, los gobiernos también tienen
preparada una batería de medidas para, supuestamente, salvarnos de la ruina que
esta pandemia está provocando.
Por mucho miedo que tengamos al “bicho”, el
verdadero problema no es el virus, sino sus consecuencias que, evidentemente,
serán geopolíticas, sociales y macroeconómicas. Pero esto es tan solo el
principio, la punta del iceberg. Una cortina de humo que esconde mucho más: la
implantación del nuevo orden mundial, con el consiguiente enriquecimiento de
los de siempre.
Lo grave del caso, es que la reestructuración
tiránica social, política y económica que se avecina, será -si no ponemos
remedio- llevada a cabo con nuestra más estrecha colaboración.
La gente cada vez se va a poner más nerviosa y
el ánimo va a ir decayendo, especialmente cuando nos obliguen a seguir en casa
por más tiempo. Así, el día que recuperemos “la libertad” (mentira, pues nunca
la hemos tenido) estaremos eternamente agradecidos a nuestros verdugos, para
terminar encantados con nuestra nueva esclavitud como verdaderos imbéciles.
Ver cómo mis semejantes están confinados en
sus casas y amedrentados por esta pandemia, y la pasividad y el conformismo con
la que se lo han tomado, es muy desilusionante y frustrante. Como no podría ser
de otra manera, esta situación ha provocado en mí una sensación de impotencia
como nunca antes sentí. Sabía de nuestro lavado de cerebro, pero no hasta que
punto.
Vamos a ver si somos capaces de quitarnos la
venda de los ojos.
Lo que está ocurriendo no es solo que se esté
propagando una pandemia, que probablemente también. Lo que nadie ve –o nadie
quiere ver- es el experimento social salvaje y la eugenesia controlada que los
dueños del mundo han puesto en marcha.
Nos guste o no, seamos conscientes de ello o
tampoco, estamos en manos de una élite de dementes cuyo único propósito es
establecer un nuevo orden mundial a su gusto, cueste lo que cueste.
No lo dudes, lo que está pasando es justamente
lo que ellos quieren que pase.
Pero, ¿y si esta vez les saliera el tiro por
la culata? ¿Y si esta vez han calculado mal la jugada?
Pude que con este confinamiento hayan cometido
el peor error de su vida: dejarnos pensar, aunque por desgracia no lo haremos
todos.
No sé si estáis observando el nuevo fenómeno
que se está produciendo. Si os dais cuenta, en estos días está aflorando ese
ser humano que todos llevamos dentro y que prácticamente había desaparecido,
aunque no siempre es así, ya que sigue habiendo multitud de imbéciles.
Por supuesto, la pregunta inevitable es: ¿este
fenómeno es real o producto del miedo?
Os voy a hablar de mi caso en particular. Como
sabéis, los que me conocéis, estoy desde enero en Canarias. Pues bien. De los
tres meses que llevo aquí, los últimos 15 días los he pasado confinado en casa
como todo el mundo. Ojo al dato. He hecho más amistades en estos 15 días que en
los dos meses anteriores. Además, esa gente se me ha ofrecido para todo:
ayudarme con la compra, si necesito alguna receta médica, e incluso muy
amablemente me han ofrecido sus casas para cuando todo esto termine.
Piénsalo bien. Estamos viendo que los cielos
de nuestras ciudades están más limpios, pues no hay aviones; que la
contaminación ambiental y acústica ha descendido de una manera drástica, pues
no hay coches; que no estamos consumiendo compulsivamente, pues no hay tiendas
abiertas; y lo más importante, que no pasa “na” (como diría José Mota).
Por otra parte, las bolsas se han desplomado,
las grandes empresas no necesarias para nuestra subsistencia básica han cerrado
y el turismo ha dejado hoteles, playas y ciudades vacías sin que nadie haya
muerto por ello.
Nos estamos dando cuenta de que con cobijo,
luz, agua y alimentos es suficiente para vivir; bueno, también nos vendría bien
un sistema sanitario sostenible de calidad y algunas cosas más.
Ahora más que nunca estamos comprobando que
nuestros políticos jamás han sabido solucionar nada, y en este momento tampoco;
que no necesitamos a élites adineradas, banqueros, intermediarios y a los políticos
salvapatrias que los sustentan; de que está crisis sanitaria la estamos sacando
adelante nosotros y de que en momentos críticos, como el actual, el dinero no
sirve para nada salvo para jodernos la vida.
Algunos, además, estamos bastante cabreados
con las restricciones impuestas, ya que son totalmente discutibles. En
definitiva, en esta crisis deberíamos replantearnos de una vez por todas el
dejar nuestras vidas en manos de otros.
Te preguntarás, ¿y cómo lo hacemos? Muy
sencillo: acabemos con el dinero. No necesitamos más.
Sabemos que el 1% de la población mundial acumula
el 80% de la riqueza del planeta y son los dueños del dinero. Pues bien, quitémoselo.
No sé si somos conscientes de ello, pero esta
gente acaba de declararnos la guerra, y no es una broma (ya lo estamos viendo).
Así que son ellos o nosotros. Es decir, el 1% de la población mundial contra el
99% restante.
Para acabar con ellos son solo necesarias dos
cosas: declarar los recursos del planeta patrimonio de toda la humanidad y
abolir el dinero.
Pero para llevarlo a cabo será imprescindible
que la mayoría de la población sea consciente de lo que está ocurriendo.
Sé que no es fácil ni tarea de un día. Pero
esta oportunidad no la deberíamos desaprovechar.
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