domingo, 5 de abril de 2020

UNA OPORTUNIDAD INCREÍBLE PARA HACER LAS COSAS BIEN


Que el mundo va a cambiar después de esta crisis nadie lo duda.
Como en toda crisis que se precie, las oportunidades económicas se van a producir y, evidentemente, los especuladores sacarán tajada de ello.
Los “tíos listos” ya están preparados en los tacos de salida para hacerse con las gangas que van a poder adquirir a precio de saldo.
Por otra parte, los gobiernos también tienen preparada una batería de medidas para, supuestamente, salvarnos de la ruina que esta pandemia está provocando.
Por mucho miedo que tengamos al “bicho”, el verdadero problema no es el virus, sino sus consecuencias que, evidentemente, serán geopolíticas, sociales y macroeconómicas. Pero esto es tan solo el principio, la punta del iceberg. Una cortina de humo que esconde mucho más: la implantación del nuevo orden mundial, con el consiguiente enriquecimiento de los de siempre.
Lo grave del caso, es que la reestructuración tiránica social, política y económica que se avecina, será -si no ponemos remedio- llevada a cabo con nuestra más estrecha colaboración.
La gente cada vez se va a poner más nerviosa y el ánimo va a ir decayendo, especialmente cuando nos obliguen a seguir en casa por más tiempo. Así, el día que recuperemos “la libertad” (mentira, pues nunca la hemos tenido) estaremos eternamente agradecidos a nuestros verdugos, para terminar encantados con nuestra nueva esclavitud como verdaderos imbéciles.
Ver cómo mis semejantes están confinados en sus casas y amedrentados por esta pandemia, y la pasividad y el conformismo con la que se lo han tomado, es muy desilusionante y frustrante. Como no podría ser de otra manera, esta situación ha provocado en mí una sensación de impotencia como nunca antes sentí. Sabía de nuestro lavado de cerebro, pero no hasta que punto.
Vamos a ver si somos capaces de quitarnos la venda de los ojos.
Lo que está ocurriendo no es solo que se esté propagando una pandemia, que probablemente también. Lo que nadie ve –o nadie quiere ver- es el experimento social salvaje y la eugenesia controlada que los dueños del mundo han puesto en marcha.
Nos guste o no, seamos conscientes de ello o tampoco, estamos en manos de una élite de dementes cuyo único propósito es establecer un nuevo orden mundial a su gusto, cueste lo que cueste.
No lo dudes, lo que está pasando es justamente lo que ellos quieren que pase.
Pero, ¿y si esta vez les saliera el tiro por la culata? ¿Y si esta vez han calculado mal la jugada?
Pude que con este confinamiento hayan cometido el peor error de su vida: dejarnos pensar, aunque por desgracia no lo haremos todos.
No sé si estáis observando el nuevo fenómeno que se está produciendo. Si os dais cuenta, en estos días está aflorando ese ser humano que todos llevamos dentro y que prácticamente había desaparecido, aunque no siempre es así, ya que sigue habiendo multitud de imbéciles.
Por supuesto, la pregunta inevitable es: ¿este fenómeno es real o producto del miedo?
Os voy a hablar de mi caso en particular. Como sabéis, los que me conocéis, estoy desde enero en Canarias. Pues bien. De los tres meses que llevo aquí, los últimos 15 días los he pasado confinado en casa como todo el mundo. Ojo al dato. He hecho más amistades en estos 15 días que en los dos meses anteriores. Además, esa gente se me ha ofrecido para todo: ayudarme con la compra, si necesito alguna receta médica, e incluso muy amablemente me han ofrecido sus casas para cuando todo esto termine.
Piénsalo bien. Estamos viendo que los cielos de nuestras ciudades están más limpios, pues no hay aviones; que la contaminación ambiental y acústica ha descendido de una manera drástica, pues no hay coches; que no estamos consumiendo compulsivamente, pues no hay tiendas abiertas; y lo más importante, que no pasa “na” (como diría José Mota).
Por otra parte, las bolsas se han desplomado, las grandes empresas no necesarias para nuestra subsistencia básica han cerrado y el turismo ha dejado hoteles, playas y ciudades vacías sin que nadie haya muerto por ello.
Nos estamos dando cuenta de que con cobijo, luz, agua y alimentos es suficiente para vivir; bueno, también nos vendría bien un sistema sanitario sostenible de calidad y algunas cosas más.
Ahora más que nunca estamos comprobando que nuestros políticos jamás han sabido solucionar nada, y en este momento tampoco; que no necesitamos a élites adineradas, banqueros, intermediarios y a los políticos salvapatrias que los sustentan; de que está crisis sanitaria la estamos sacando adelante nosotros y de que en momentos críticos, como el actual, el dinero no sirve para nada salvo para jodernos la vida.
Algunos, además, estamos bastante cabreados con las restricciones impuestas, ya que son totalmente discutibles. En definitiva, en esta crisis deberíamos replantearnos de una vez por todas el dejar nuestras vidas en manos de otros.
Te preguntarás, ¿y cómo lo hacemos? Muy sencillo: acabemos con el dinero. No necesitamos más.
Sabemos que el 1% de la población mundial acumula el 80% de la riqueza del planeta y son los dueños del dinero. Pues bien, quitémoselo.
No sé si somos conscientes de ello, pero esta gente acaba de declararnos la guerra, y no es una broma (ya lo estamos viendo). Así que son ellos o nosotros. Es decir, el 1% de la población mundial contra el 99% restante.
Para acabar con ellos son solo necesarias dos cosas: declarar los recursos del planeta patrimonio de toda la humanidad y abolir el dinero.
Pero para llevarlo a cabo será imprescindible que la mayoría de la población sea consciente de lo que está ocurriendo.
Sé que no es fácil ni tarea de un día. Pero esta oportunidad no la deberíamos desaprovechar.

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